UNIDAD DE MEDICINA METABOLICA Y CLINICA DEL DOLOR
sábado, 22 de noviembre de 2014
viernes, 19 de abril de 2013
El Dolor
El dolor es un fenómeno subjetivo consistente
en una sensación desagradable que indica una lesión real
o potencial del cuerpo.
El dolor se inicia en los receptores especiales
del dolor que se encuentran repartidos por todo el cuerpo. Estos receptores
transmiten la información en forma de impulsos eléctricos
que envían a la médula espinal a lo largo de las vías
nerviosas y luego hacia el cerebro. En ocasiones la señal provoca
una respuesta refleja al alcanzar la médula espinal; cuando ello
ocurre, la señal es inmediatamente reenviada por los nervios
motores hasta el punto original del dolor, provocando la contracción
muscular. Esto puede observarse en el reflejo que provoca una reacción
inmediata de retroceso cuando se toca algo caliente. La señal
de dolor también llega al cerebro, donde se procesa e interpreta
como dolor y entonces interviene la consciencia individual al darse
cuenta de ello.
Los receptores de dolor y su recorrido nervioso
difieren según las distintas partes del cuerpo. Es por eso por
lo que varía la sensación de dolor con el tipo y localización
del daño. Por ejemplo, los receptores de la piel son muy numerosos
y son capaces de transmitir información muy precisa, como la
localización del daño y si el dolor era agudo o intenso
(como una herida por arma blanca) o sordo y leve (presión, calor
o frío). En cambio, las señales de dolor procedentes del
intestino son limitadas e imprecisas. Así, el intestino se puede
pinchar, cortar o quemar sin que genere señal alguna de dolor.
Sin embargo, el estiramiento y la presión pueden provocar un
dolor intenso, causado incluso por algo relativamente inocuo como burbujas
de aire atrapadas en el intestino. El cerebro no puede identificar el
origen exacto del dolor intestinal ya que este dolor es difícil
de localizar y es probable que se note en un área extensa.
Es posible que el dolor percibido en algunas partes
del cuerpo no represente con certeza dónde radica el problema
porque puede tratarse de un dolor reflejo, es decir, producido en otro
sitio. El dolor reflejo sucede cuando las señales nerviosas procedentes
de varias partes del cuerpo recorren la misma vía nerviosa que
conduce a la médula espinal y al cerebro. Por ejemplo, el dolor
producido por un ataque al corazón puede sentirse en el cuello,
mandíbulas, brazos o abdomen, y el dolor de un cálculo
biliar puede sentirse en el hombro.
La tolerancia individual al dolor difiere considerablemente
de una persona a otra. Unas experimentarán un dolor intolerable
con un pequeño corte o golpe, mientras que otras tolerarán
un traumatismo mayor o una herida por arma blanca casi sin quejarse.
La capacidad para soportar el dolor varía según el estado
de ánimo, la personalidad y las circunstancias. Es posible que
un atleta en particular no se dé cuenta de una lesión
grave producida en momentos de excitación durante la competición,
pero sí que notará el dolor después del partido,
particularmente si han derrotado a su equipo.
La percepción de dolor puede incluso cambiar
con la edad. Así, a medida que envejecen, las personas se quejan
menos del dolor quizás porque los cambios producidos en el organismo
disminuyen la sensación de dolor con la edad. Por otra parte,
las personas de edad avanzada pueden simplemente ser más estoicas
que los jóvenes.
Evaluación del dolor
El dolor puede limitarse a una sola zona o extenderse
a todas partes, pudiendo experimentarse una sensación de pinchazo
o presión, un dolor intermitente o constante, pulsátil
o consistente. Resulta muy difícil describir algunas clases de
dolor con palabras, ya que la intensidad podrá variar de leve
a intolerable. Tampoco existe prueba alguna de laboratorio que demuestre
la presencia o intensidad del dolor.
Por ello, el médico se informará acerca
de la historia clínica del dolor para entender sus características.
Para algunas personas resultará útil emplear una escala
para describir su dolor, por ejemplo, desde 0 (ningún dolor)
a 10 (dolor intenso). Algo parecido sirve en el caso de los niños,
usando los dibujos de una serie de caras, desde la sonrisa al ceño
fruncido y el llanto. Los médicos siempre procuran determinar
las causas del dolor, tanto físicas como psicológicas.
Los síndromes dolorosos son consecuencia de muchas enfermedades
crónicas (cáncer, artritis, anemia de células falciformes)
y de trastornos agudos (heridas, quemaduras, desgarros musculares, fracturas,
esguinces, apendicitis, cálculos renales o ataques al corazón).
Sin embargo, ciertos trastornos psicológicos (como la ansiedad
o la depresión) también pueden causar dolor, el cual se
conoce como dolor psicógeno. Los factores psicológicos
pueden influenciar el dolor que se siente por una herida, haciendo que
se perciba con mayor o menor intensidad. El médico debe considerar
todos estos aspectos.
El médico también considera si el
dolor es agudo o crónico. El dolor agudo empieza repentinamente
y es de corta duración. El dolor intenso puede causar taquicardia,
aumento de la frecuencia respiratoria y de la presión arterial,
sudación y dilatación de las pupilas. El dolor crónico
se define como el dolor persistente que dura unas semanas o meses. Este
término describe el dolor que persiste más allá
del mes posterior al curso usual de una enfermedad o lesión y
también se refiere al dolor que aparece y desaparece a lo largo
de meses o años, o al dolor que se asocia a enfermedades de larga
duración como el cáncer. Generalmente el dolor crónico
no afecta a la conducción cardíaca ni la frecuencia respiratoria,
así como tampoco afecta a la presión arterial ni a las
pupilas, pero puede ocasionar alteraciones del sueño, falta de
apetito y producir estreñimiento, pérdida de peso, disminución
de la libido y depresión.
Tipos de dolor
La gente puede sufrir diversas clases de dolor.
Algunos de los principales síndromes dolorosos son el dolor neuropático,
estados dolorosos después de la cirugía, el dolor del
cáncer y el dolor asociado a trastornos psicológicos.
El dolor crónico es también uno de los principales aspectos
de muchas enfermedades, produciéndose de manera característica
en los pacientes con artritis, anemia de células falciformes,
enfermedad inflamatoria del intestino y SIDA.
Dolores neuropáticos
El dolor neuropático se debe a una anormalidad
en cualquier punto de la vía nerviosa. Una determinada anomalía
altera las señales nerviosas que, de este modo, se interpretan
de forma anormal en el cerebro. El dolor neuropático puede producir
un dolor profundo o una sensación de quemazón y otras
sensaciones como hipersensibilidad al tacto.
Ciertas infecciones, como el herpes zoster, pueden
inflamar los nervios y producir una neuralgia postherpética,
un dolor crónico en forma de quemazón que persiste en
el área infectada por el virus.
La distrofia simpática refleja es un tipo
de dolor neuropático que se acompaña de hinchazón
y de sudación o de cambios en la irrigación sanguínea
local, o bien de cambios en los tejidos como atrofia u osteoporosis.
La rigidez de las articulaciones (contracturas) impide la flexión
o extensión completa de las mismas. Un síndrome, similar
a la distrofia simpática refleja, es la causalgia, que puede
producirse después de una lesión o puede ser consecuencia
de una enfermedad de un nervio principal. Al igual que la distrofia
simpática refleja, la causalgia produce dolor intenso con una
sensación de quemazón, acompañado de hinchazón,
sudación, cambios en la circulación sanguínea y
otros efectos. El diagnóstico de la distrofia simpática
refleja o de la causalgia es importante porque algunos individuos afectados
se beneficiarán de forma muy significativa con un tratamiento
especial del bloqueo de la función nerviosa, denominado bloqueo
nervioso simpático. Habitualmente este tratamiento no está
indicado para tratar otros trastornos.
Dolores postoperatorios
El dolor postoperatorio lo experimenta casi todo
el mundo. Se trata de un dolor constante e intermitente que empeora
cuando el paciente se mueve, tose, ríe o respira profundamente,
o cuando se procede al cambio de los vendajes sobre la herida quirúrgica.
Después de la cirugía es habitual
que se prescriban analgésicos opiáceos (narcóticos),
cuya eficacia será mayor si se administran unas horas antes de
que el dolor sea demasiado intenso. Se puede incrementar o complementar
la dosis con otros fármacos si el dolor aumenta transitoriamente,
si la persona necesita ejercitarse, o en el momento de cambiar el vendaje.
Con demasiada frecuencia se trata el dolor de forma inadecuada debido
a que existe una preocupación excesiva acerca de la aparición
de una dependencia con el uso de estos fármacos opiáceos.
A pesar de ello, las dosis deberían administrarse según
los requerimientos de cada caso.
Tanto el personal sanitario como los familiares
deben estar atentos a la aparición de cualquier efecto secundario
de los opiáceos, como náuseas, sedación y confusión.
Cuando se controla el dolor, los médicos reducirán la
dosis, prescribiendo analgésicos no opiáceos como el paracetamol
(acetaminofén).
Dolor producido por el cáncer
El cáncer puede producir dolor de muchas
maneras. El tumor puede desarrollarse en los huesos, nervios y otros
órganos, causando desde un leve malestar hasta un dolor muy intenso
e ininterrumpido. También provocan dolor algunos de los tratamientos
para el cáncer, como la cirugía y la radioterapia. A menudo,
las personas con cáncer experimentan un sentimiento de temor
hacia el dolor, y a ello hay que añadir que médicos y
pacientes evitan con demasiada frecuencia la dosis de analgesia adecuada,
por un temor infundado a una adicción, temores que, en realidad,
no tienen fundamento. El dolor producido por el cáncer puede
y debe ser controlado.
Siempre y cuando sea posible, la mejor forma de
aliviar el dolor es aplicando un tratamiento para el cáncer.
El dolor puede disminuir cuando se extirpa el tumor quirúrgicamente
o cuando se reduce mediante radiación, pero generalmente se requieren
otros tratamientos para aliviar el dolor.
A menudo dan buenos resultados los fármacos
no opiáceos como el paracetamol (acetaminofén) y los antiinflamatorios
no esteroideos. En caso contrario, el médico puede prescribir
un analgésico opiáceo. Los opiáceos de acción
prolongada son los que se prescriben con mayor frecuencia porque proporcionan
más horas de alivio entre dosis y generalmente permiten que el
paciente duerma mejor.
En lo posible los opiáceos deben tomarse
por vía oral. Cuando se trata de pacientes con intolerancia a
los opiáceos orales, se administran opiáceos por vía
subcutánea o intravenosa. Éstos pueden inyectarse cada
pocas horas, pero demasiadas inyecciones repetidas pueden resultar molestas.
Los pinchazos múltiples con aguja pueden evitarse utilizando
una bomba de infusión continua que se conecta a un catéter
previamente introducido en una vena o bajo la piel. Si es necesario,
la infusión constante puede suplementarse con dosis adicionales.
En ocasiones, el paciente puede controlar la dosificación del
fármaco simplemente presionando un pulsador. En circunstancias
poco usuales los opiáceos se inyectan en el líquido cefalorraquídeo
directamente a través de una bomba, lo cual proporciona concentraciones
elevadas del fármaco en el cerebro.
Con el tiempo, algunas personas necesitan una dosis
mayor de opiáceos para controlar el dolor ya sea por el aumento
de tamaño del cáncer o por el desarrollo de tolerancia
hacia el fármaco. A pesar de ello, las personas con cáncer
no deberían preocuparse de que el fármaco deje de hacerles
efecto ni que éste pueda ocasionarles dependencia. La mayoría
podrá dejar los opiáceos sin dificultad si se logra la
curación del cáncer. Pero, si no se lograra, es fundamental
que la persona no padezca dolores.
Dolor asociado a trastornos psicológicos
Habitualmente el dolor es consecuencia de una enfermedad
y es por esta razón por la que los médicos buscan en primer
lugar una causa que se pueda tratar. Algunas personas tienen dolores
persistentes que se producen sin evidencia de una enfermedad responsable
del dolor. Otras experimentan un grado de dolor e incapacidad desproporcionados
en comparación con el dolor que percibe la mayoría de
personas con una lesión o una enfermedad similar. El dolor en
el que predominan los procesos psicológicos está frecuentemente
relacionado por lo menos con parte de estas quejas. En el origen del
dolor puede predominar el factor psicógeno, pero el dolor puede
también ser consecuencia de un trastorno orgánico y que
sea exagerado en cuanto a grado y duración debido al estrés
psicológico. La mayoría de veces el dolor que es producto
de factores psicológicos aparece en formas de dolor de cabeza,
dolor lumbar, dolor facial, dolor abdominal o dolor pélvico.
El hecho de que el dolor resulte (de forma parcial
o total) de factores psicológicos no significa que dicho dolor
no sea real. El dolor psicógeno requiere tratamiento, a veces
por parte de un psiquiatra. Como sucede con otros abordajes terapéuticos
indicados en los estados de dolor crónico, el tratamiento para
este tipo de dolor es variable según las personas y, por ello,
el médico tratará de adecuarlo a las necesidades individuales.
En algunas personas el tratamiento se dirige básicamente a la
rehabilitación y a la terapia psicológica, mientras que
otras reciben varias clases de fármacos u otros tratamientos.
Otras clases de dolor
Algunas enfermedades, entre ellas el SIDA, causarán
un dolor tan intenso e ininterrumpido como el dolor del cáncer,
por ello el tratamiento del dolor en estas enfermedades es prácticamente
idéntico al del cáncer.
Otros trastornos, sean o no evolutivos, tienen el
dolor como el principal problema. Entre los tipos más frecuentes
de dolor cabría destacar el de la artritis, cuya causa puede
deberse al desgaste articular (artrosis) o a una enfermedad específica
(artritis reumatoide). El médico puede tratar de controlar el
dolor artrítico con fármacos, ejercicio y otros tratamientos,
mientras estudia el abordaje terapéutico para la enfermedad subyacente.
Se utiliza el término de dolor idiopático
para indicar que se desconoce la causa; el médico no encuentra
pruebas que sugieran una enfermedad ni una causa psicológica.
Tratamiento del dolor
Existen varias clases de analgésicos (fármacos
que alivian el dolor) que pueden contribuir a controlar el dolor. Se
clasifican en tres categorías: analgésicos opiáceos
(narcóticos), analgésicos no opiáceos y analgésicos
adyuvantes. Los analgésicos opiáceos producen la máxima
analgesia, constituyendo la piedra angular en el tratamiento del dolor
agudo debido a su gran eficacia.
Analgésicos opiáceos
Todos los analgésicos opiáceos están
químicamente relacionados con la morfina, un alcaloide derivado
del opio, aunque algunos se extraen de otras plantas y otros se producen
en laboratorios.
Los analgésicos opiáceos resultan
muy eficaces para controlar el dolor pero tienen muchos efectos secundarios
y, con el tiempo, las personas que los utilizan pueden necesitar dosis
mayores. Además, antes de suspender el uso prolongado de analgésicos
opiáceos, se debe disminuir la dosis gradualmente para minimizar
la aparición de un síndrome de abstinencia. A pesar de
estos inconvenientes, las personas que padecen dolor agudo no deberían
evitar los opiáceos. El uso adecuado de estos fármacos
suele evitar los efectos secundarios.
Los diversos analgésicos opiáceos
tienen distintas ventajas y desventajas El prototipo de los analgésicos
opiáceos es la morfina, disponible en presentaciones inyectables
y orales, y en una solución oral de liberación lenta.
La presentación de liberación lenta es la que proporciona
alivio del dolor durante 8 a 12 horas y es el tratamiento de elección
para el dolor crónico.
A menudo los analgésicos opiáceos
provocan estreñimiento, especialmente en las personas de edad
avanzada. Para la prevención o tratamiento del estreñimiento
son útiles los laxantes, habitualmente los laxantes estimulantes
como el sen o la fenolftaleína.
A menudo las personas que deben tomar dosis elevadas
de opiáceos presentan somnolencia. Algunas se conforman con el
estado de somnolencia pero para otras es algo que les incomoda. Los
fármacos estimulantes como el metilfenidato, pueden contribuir
a mantener un estado de vigilia y alerta.
A veces las personas que experimentan dolor sienten
náuseas y los analgésicos opiáceos pueden aumentar
esta sensación. Para prevenir o aliviar las náuseas resultan
útiles los fármacos antiémeticos administrados
en forma de supositorios o inyecciones. Algunos de los antiémeticos
utilizados frecuentemente son la metoclopramida, la hidroxizina y la
proclorperacina.
Un exceso de opiáceos puede causar reacciones
graves, como una peligrosa depresión respiratoria y coma. Pero
estos efectos son reversibles con la naloxona, un antídoto administrado
por vía intravenosa.
Analgésicos no opiáceos
Todos los analgésicos no opiáceos
son antiinflamatorios no esteroideos (AINE), con excepción del
paracetamol (acetaminofén). La acción de estos fármacos
es doble: en primer lugar, interfieren con el sistema de prostaglandinas,
un grupo de sustancias que interaccionan y son en parte las responsables
de la sensación de dolor. En segundo lugar, la mayoría
de estos fármacos reduce la inflamación, la hinchazón
e irritación que a menudo rodea una herida y que empeora el dolor.
La
aspirina, el prototipo de los antiinflamatorios no esteroideos (AINE),
se ha estado utilizando durante casi cien años. En sus inicios
se extrajo de la corteza del sauce. Los científicos han comprendido
su mecanismo de acción sólo recientemente. La aspirina
administrada por vía oral proporciona un alivio moderado de 4
a 6 horas, pero tiene efectos secundarios. La aspirina puede irritar
el estómago, produciendo úlceras pépticas. Debido
a su acción sobre la coagulación sanguínea, la
aspirina hace que puedan aparecer hemorragias en cualquier parte del
organismo. A dosis muy elevadas la aspirina podrá causar reacciones
adversas graves como una respiración anormal. Uno de los primeros
síntomas de sobredosis es el zumbido en los oídos (tinnitus).
Existen numerosos AINE disponibles que se diferencian
por la rapidez y duración de su acción para controlar
el dolor. Aunque la acción de los AINE es equivalente en cuanto
a eficacia, muchas personas responden de manera diferente. Así,
una persona puede encontrar un fármaco en particular más
eficaz o que le produzca menos efectos secundarios que otro.
Todos los AINE suelen irritar el estómago
y causar úlceras pépticas, pero en la mayoría este
efecto es menor que en el caso de la aspirina. La administración
de los AINE junto con alimentos y antiácidos puede contribuir
a la prevención de la irritación gástrica. El fármaco
misoprostol suele ser útil en la prevención de la irritación
gástrica y de las úlceras pépticas, pero en contrapartida
suele causar otros problemas, entre ellos, diarrea.
El paracetamol (acetaminofén) es algo diferente
a la aspirina y los AINE dado que también ejerce una acción
sobre el sistema de prostaglandinas, pero de forma distinta. El paracetamol
no afecta a la coagulación sanguínea y tampoco produce
úlceras pépticas ni hemorragias. El paracetamol se administra
por vía oral o en supositorios y su acción dura generalmente
de 4 a 6 horas. A dosis excesivas suele causar graves efectos adversos,
como lesión del hígado.
Analgésicos adyuvantes
Los analgésicos adyuvantes son fármacos
que se administran habitualmente por razones ajenas al dolor, pero que
pueden controlarlo en ciertas circunstancias. Por ejemplo, algunos antidepresivos
actúan también como analgésicos no específicos
y se utilizan en el tratamiento de muchos estados de dolor crónico,
como el dolor lumbar, los dolores de cabeza y los dolores neuropáticos.
En el tratamiento de los dolores neuropáticos resultan útiles
los fármacos anticonvulsivantes como la carbamazepina y los anestésicos
orales de aplicación local como la mexiletina.
Otros muchos fármacos son analgésicos
adyuvantes y el médico puede sugerir pruebas repetidas con distintos
fármacos para las personas cuyo dolor crónico no esté
bajo control.
Anestésicos de uso local y tópico
Acupuntura |
Para reducir el dolor resulta útil la aplicación
de anestésicos locales directamente o cerca del área dolorida.
Así, el médico puede inyectar en la piel un anestésico
local antes de practicar una cirugía menor. La misma técnica
puede utilizarse para controlar el dolor provocado por una lesión.
Cuando el dolor crónico está causado por una lesión
a un solo nervio, el médico puede inyectar una sustancia química
directamente en el nervio para interrumpir el dolor de forma permanente.
En algunas situaciones, para controlar el dolor
pueden utilizarse anestésicos de uso tópico como lociones
o ungüentos que contienen lidocaína. Por ejemplo, el dolor
de garganta suele aliviarse con ciertos anestésicos tópicos
mezclados con el colutorio bucal.
A veces resulta útil una crema que contenga
capsaicina, una sustancia que se encuentra en la pimienta (ají),
para reducir el dolor causado por el herpes zoster, la artrosis y otras
enfermedades.
Tratamiento no farmacológico del dolor
Además de los fármacos, son muchos
los tratamientos que contribuyen a aliviar el dolor. A menudo se elimina
o minimiza el dolor al tratar la enfermedad subyacente. A modo de ejemplo,
se consigue reducir el dolor de una fractura simplemente con un yeso
o administrando antibióticos para tratar una articulación
infectada.
Con frecuencia resultan útiles los tratamientos
en que se aplican unas compresas frías y calientes directamente
sobre la zona dolorida. Una serie de técnicas novedosas pueden
aliviar el dolor crónico. El tratamiento mediante ultrasonidos
aporta calor en profundidad y puede aliviar el dolor producido por el
desgarro muscular y los ligamentos inflamados. Con la estimulación
nerviosa eléctrica transcutánea (ENET) se estimula la
superficie cutánea aplicando sobre ésta una leve descarga
eléctrica, con lo cual algunas personas encuentran alivio.
Con la acupuntura, se insertan pequeñas agujas
en zonas específicas del cuerpo. Pero aún se desconoce
el mecanismo de acción de la acupuntura y algunos expertos tienen
sus dudas sobre la eficacia de esta técnica. No obstante, son
muchos los que experimentan un alivio significativo con la acupuntura,
al menos durante algún tiempo.
Para algunas personas suelen ser útiles la
biorretroacción y otras técnicas cognitivas de control
del dolor (como la hipnosis o la distracción), ya que cambian
la forma en que los pacientes enfocan su atención. Estas técnicas
enseñan a controlar el dolor o a reducir su impacto.
No debería subestimarse la importancia del
apoyo psicológico a las personas que padecen dolores. Dado que
las personas con dolor experimentan sufrimiento, deberían someterse
a una estrecha vigilancia para detectar síntomas de depresión
o ansiedad que pudieran requerir la asistencia de un profesional de
la salud mental.
martes, 9 de abril de 2013
Enfermedades del estómago y del duodeno
El estómago es un órgano muscular
grande, hueco y con forma de judía (fríjol) que se llena
con la comida que le llega a través del esófago y que
ha entrado por la boca. El estómago secreta ácido y enzimas
que fraccionan (digieren) los alimentos en partículas más
pequeñas. La comida pasa del estómago al duodeno, que
es la primera parte del intestino delgado. Allí, el ácido
del estómago es neutralizado y las enzimas del duodeno continúan
digiriendo los alimentos y convirtiéndolos en sustancias más
pequeñas, de tal forma que puedan ser absorbidas hacia el torrente
circulatorio para nutrir el organismo.
El interior del estómago y del duodeno es
marcadamente resistente a las lesiones por el ácido y por las
enzimas digestivas que contiene. Sin embargo, puede irritarse, desarrollar
úlceras, obstruirse y formar tumores.
Gastritis
La gastritis es la inflamación del revestimiento
mucoso del estómago.
La mucosa del estómago resiste la irritación
y habitualmente puede soportar un alto contenido ácido. Sin embargo,
puede irritarse e inflamarse por diferentes motivos.
La gastritis bacteriana es generalmente secundaria
a una infección por organismos como el Helicobacter pylori (bacterias
que crecen en las células secretoras de moco del revestimiento
del estómago). No se conocen otras bacterias que se desarrollen
en ambientes normalmente ácidos como el del estómago,
aunque muchos tipos sí pueden hacerlo en el caso de que el estómago
no produzca ácido. Tal crecimiento bacteriano puede causar gastritis
de forma transitoria o persistente.
La gastritis aguda por estrés, el tipo más
grave de gastritis, es causada por una enfermedad o lesión graves
de rápida aparición. La lesión puede no afectar
al estómago. Por ejemplo, son causas frecuentes las quemaduras
extensas y las lesiones que ocasionen hemorragias masivas.
La gastritis erosiva crónica puede ser secundaria
a irritantes como los fármacos, especialmente la aspirina y otros
antiinflamatorios no esteroideos (AINE), a la enfermedad de Crohn y
a infecciones bacterianas y víricas. Con este tipo de gastritis,
que se desarrolla lentamente en personas que, por otra parte, gozan
de buena salud, se pueden producir hemorragias o ulceraciones. Es más
frecuente en personas que abusan del alcohol.
La gastritis vírica o por hongos puede desarrollarse
en enfermos crónicos o inmunodeprimidos.
La gastritis eosinofílica puede resultar
de una reacción alérgica a una infestación por
ciertos gusanos (nematodos). En este tipo de gastritis, los eosinófilos
(un tipo de glóbulos blancos de la sangre) se acumulan en la
pared gástrica.
La gastritis atrófica se produce cuando los
anticuerpos atacan el revestimiento mucoso del estómago, provocando
su adelgazamiento y pérdida de muchas o de todas las células
productoras de ácido y enzimas. Este trastorno afecta generalmente
a las personas mayores. También tiende a ocurrir en las personas
a quienes se les ha extirpado parte del estómago (procedimiento
quirúrgico llamado gastrectomía parcial). La gastritis
atrófica puede causar anemia perniciosa porque interfiere con
la absorción de la vitamina B12 presente en los alimentos.
La enfermedad de Ménétrier es un tipo
de gastritis de causa desconocida. En ésta, las paredes del estómago
desarrollan pliegues grandes y gruesos, glándulas voluminosas
y quistes llenos de líquido. Cerca del 10 por ciento de los afectados
desarrolla cáncer de estómago.
La gastritis de células plasmáticas
es otra forma de gastritis de origen desconocido. En esta enfermedad,
las células plasmáticas (un tipo de glóbulos blancos)
se acumulan en las paredes del estómago y en otros órganos.
También puede inducir gastritis la ingesta
de corrosivos, como los productos de limpieza, o los altos niveles de
radiación (por ejemplo, en la radioterapia).
Síntomas
Los síntomas varían dependiendo del
tipo de gastritis. Sin embargo, por lo general, una persona con gastritis
sufre indigestión y molestias vagas en la parte alta del abdomen.
En la gastritis aguda por estrés, la enfermedad
subyacente, los traumatismos o las quemaduras generalmente enmascaran
los síntomas gástricos. Sin embargo, se pueden sentir
molestias moderadas en la parte alta del abdomen. Poco después
de un traumatismo, en el revestimiento del estómago se pueden
desarrollar pequeñas puntos hemorrágicos. En pocas horas,
estas pequeñas lesiones hemorrágicas pueden convertirse
en úlceras. Las úlceras y la gastritis pueden desaparecer
si la persona se recupera rápidamente del traumatismo. Si no
es así, las úlceras pueden hacerse mayores y comenzar
a sangrar, generalmente entre 2 y 5 días después de la
lesión. La hemorragia puede hacer que las heces sean de un color
negro alquitranado, teñir de rojo el líquido del estómago
o, si es muy copiosa, que baje la presión arterial. La hemorragia
puede ser masiva y mortal.
Los síntomas de la gastritis erosiva crónica
incluyen náuseas ligeras y dolor en la parte alta del abdomen.
Sin embargo, muchas personas (como los consumidores crónicos
de aspirinas) no sienten dolor. Algunas personas pueden presentar síntomas
parecidos a los de una úlcera, como dolor, cuando el estómago
está vacío. Si la gastritis se complica con úlceras
sangrantes, las heces pueden adoptar un color negro alquitranado (melena)
o bien pueden producirse vómitos de sangre roja (hematemesis)
o de sangre parcialmente digerida (como poso de café).
En la gastritis eosinófila, el dolor abdominal
y los vómitos pueden ser causados por un estrechamiento o una
obstrucción completa de la salida del estómago hacia el
duodeno.
En la enfermedad de Ménétrier, el
síntoma más común es el dolor de estómago.
Son menos habituales la pérdida del apetito, los vómitos
y la pérdida de peso. La hemorragia es también rara. Puede
producirse una retención de líquidos y una hinchazón
de los tejidos (edema) debido a una pérdida de proteínas
por la inflamación del revestimiento del estómago. Estas
proteínas se mezclan con el contenido del estómago y son
eliminadas del organismo.
En la gastritis de células plasmáticas,
pueden aparecer dolor abdominal, vómitos y diarrea, junto con
una erupción cutánea.
La gastritis por radioterapia causa dolor, náuseas
y ardor debido a la inflamación y, a veces, por el desarrollo
de úlceras en el estómago. Éstas pueden perforar
la pared del estómago, con lo cual el contenido de éste
se esparce por la cavidad abdominal y provoca una peritonitis (inflamación
del revestimiento abdominal) y un dolor muy intenso. Esta enfermedad
grave, caracterizada por la rigidez del abdomen, requiere cirugía
inmediata. En algunos casos, tras la radioterapia, se desarrollan unas
cicatrices que estrechan la salida del estómago, provocando dolor
abdominal y vómitos. La radiación puede dañar el
revestimiento protector del estómago, de tal forma que las bacterias
pueden invadir su pared y provocar una forma de gastritis grave y extremadamente
dolorosa de aparición brusca.
Diagnóstico
El médico sospecha una gastritis cuando el
paciente presenta dolor en la parte alta del abdomen junto con náuseas
o ardor. Si los síntomas persisten, a menudo no se necesita análisis
y se comienza el tratamiento en función de la causa más
probable.
Si el médico tiene dudas, puede ser necesario
un examen del estómago con un endoscopio. Si es preciso, se puede
realizar una biopsia (obtención de una muestra del revestimiento
del estómago para su examen).
Si la gastritis continúa o recurre, el médico
busca la causa, como una infección, y evalúa los hábitos
dietéticos, la toma de fármacos y la ingesta de alcohol.
La gastritis bacteriana se puede diagnosticar con una biopsia. Muchas
personas con gastritis bacteriana tienen anticuerpos contra la bacteria
causante del problema; éstos pueden ser detectados con un análisis
de sangre.
Tratamiento
Muchos especialistas tratan una infección
por Helicobacter pylori si causa síntomas. La infección
puede ser controlada o eliminada con bismuto y antibióticos,
como la amoxicilina y el metronidazol. En ocasiones, puede resultar
difícil eliminar el Helicobacter pylori del estómago.
La mayoría de las personas con gastritis
aguda por estrés se cura por completo cuando se logra controlar
la enfermedad subyacente, la lesión o la hemorragia.
Sin embargo, el 2 por ciento de las personas en
las unidades de cuidados intensivos tiene hemorragias copiosas por este
tipo de gastritis, lo cual a menudo resulta mortal. Por lo tanto, cuando
existe una enfermedad grave, una lesión importante o quemaduras
extensas, los médicos tratan de prevenir la gastritis aguda por
estrés. Para prevenirla y tratarla, en la mayoría de las
unidades de cuidados intensivos, y después de una intervención
quirúrgica, suelen administrarse antiácidos (que neutralizan
la acidez del estómago) y potentes fármacos antiulcerosos
(que reducen o anulan la producción de ácido del estómago).
En los pacientes con fuertes hemorragias debidas
a una gastritis por estrés, se han utilizado una amplia variedad
de tratamientos. Sin embargo, sólo algunas personas mejoran el
pronóstico: tales hemorragias pueden ser mortales. De hecho,
las transfusiones de sangre pueden empeorar la hemorragia. Los puntos
de hemorragia pueden cerrarse temporalmente mediante la aplicación
de calor durante la endoscopia, pero la hemorragia reaparecerá
si no se soluciona la enfermedad subyacente. Si la hemorragia persiste,
debe inducirse la coagulación del vaso sanguíneo lesionado,
o puede ser necesario extirpar todo el estómago con el fin de
salvar la vida de la persona.
La gastritis crónica erosiva puede ser tratada
con antiácidos. El enfermo debe evitar ciertos fármacos
(por ejemplo, la aspirina y otros antiinflamatorios no esteroideos)
y comidas irritantes. Los comprimidos de aspirina con un recubrimiento
protector producen menos úlceras que los que no lo llevan. El
misoprostol probablemente reduce el riesgo de úlceras causadas
por los fármacos antiinflamatorios no esteroideos.
Para una persona con gastritis eosinofílica,
puede resultar necesaria la cirugía o la administración
de corticosteroides para disminuir la obstrucción de la salida
del estómago.
La gastritis atrófica no se cura. En general,
los que padecen este trastorno deben recibir inyecciones de suplementos
de vitamina B12.
La enfermedad de Ménétrier se puede
curar retirando parte o la totalidad del estómago, pero el tratamiento
farmacológico no es eficaz.
La gastritis de células plasmáticas
se puede tratar con fármacos antiulcerosos que bloquean la secreción
ácida del estómago.
Úlcera péptica
Una úlcera péptica es una herida bien
definida, circular u oval, causada porque el revestimiento del estómago
o del duodeno ha sido lesionado o erosionado por los ácidos gástricos
o los jugos duodenales. Cuando la úlcera es poco profunda recibe
el nombre de erosión.
La pepsina es una enzima que trabaja junto con el
ácido clorhídrico producido por la mucosa gástrica
para digerir los alimentos, especialmente las proteínas. La úlcera
péptica se desarrolla en el revestimiento del tracto gastrointestinal
expuesto al ácido y a las enzimas digestivas (principalmente
del estómago y del duodeno). Los nombres de las úlceras
identifican su localización anatómica o las circunstancias
en que se desarrollan.
La úlcera duodenal, el tipo más común
de úlcera péptica, se produce en el duodeno (los primeros
centímetros de intestino delgado justo a continuación
del estómago). Las úlceras gástricas, que son las
menos frecuentes, generalmente se sitúan en la parte alta de
la curvatura del estómago. Si se extirpa quirúrgicamente
parte del estómago, se pueden desarrollar úlceras marginales
en el lugar en que el estómago remanente ha vuelto a conectarse
al intestino. La repetida regurgitación de ácido procedente
del estómago hacia la parte baja del esófago puede causar
inflamación (esofagitis) y úlceras esofágicas.
Las úlceras que aparecen como consecuencia del estrés
derivado de una enfermedad grave, quemaduras o traumatismos se denominan
úlceras de estrés.
Causas
Una úlcera se desarrolla cuando se alteran
los mecanismos de defensa que protegen del jugo gástrico al estómago
o al duodeno (por ejemplo, cuando cambia la producción de la
cantidad de moco). No se conocen las causas de tales alteraciones.
Prácticamente todas las personas producen
ácido en el estómago, pero sólo del 1 al 10 por
ciento desarrolla úlceras. Distintas personas generan diferentes
cantidades de ácido en el estómago; el patrón de
secreción de ácido del mismo en cada persona tiende a
persistir durante toda la vida. De hecho, los lactantes pueden ser identificados
como secretores de tipo bajo, intermedio o alto. Los secretores de tipo
alto tienen mayor tendencia a desarrollar úlceras pépticas
que los secretores de tipo bajo. Sin embargo, las personas con una abundante
secreción, por lo general, nunca desarrollan úlceras y
otras con secreción baja sí lo hacen. Obviamente, están
implicados otros factores además de la secreción ácida.
Muchas personas con úlcera duodenal tienen,
además, bacterias del tipo Helicobacter pylori en el estómago.
En la actualidad, estas bacterias están consideradas como la
causa principal de la úlcera péptica. El mecanismo por
el cual estas bacterias contribuyen a la formación de las úlceras
se desconoce. Tal vez interfieran en las defensas normales contra el
ácido gástrico, o quizás produzcan toxinas que
contribuyen al desarrollo de las úlceras. Las úlceras
duodenales casi nunca son cancerosas.
Las úlceras gástricas se diferencian
de las duodenales en que tienden a desarrollarse más tarde. Ciertos
fármacos (particularmente la aspirina, el ibuprofeno y otros
antiinflamatorios no esteroideos) provocan erosiones y úlceras
en el estómago, especialmente en las personas de edad avanzada.
Dichas erosiones y úlceras tienden a curarse cuando se interrumpe
el tratamiento con fármacos. La recurrencia es poco probable,
a menos de que se reinicie el mismo tratamiento. Algunas úlceras
gástricas cancerosas (malignas) también pueden dar la
impresión de que se curan, lo que hace difícil diferenciarlas
de las no cancerosas (benignas), como las provocadas por fármacos.
Síntomas
La úlcera típica tiende a curarse
y a recurrir. Los síntomas pueden variar según la localización
y la edad del individuo. Los niños y las personas de edad avanzada
pueden no presentar los síntomas habituales o incluso ningún
tipo de síntoma. En estas circunstancias, las úlceras
se descubren sólo cuando se desarrollan complicaciones.
Solamente alrededor de la mitad de los afectados
con úlceras duodenales presentan síntomas típicos:
dolor, quemazón, corrosión, sensación de vacío
y hambre. El dolor tiende a aparecer cuando el estómago se encuentra
vacío. La úlcera generalmente no duele al despertarse,
sino que el dolor se desarrolla hacia media mañana. El dolor
es constante, de intensidad leve o moderada y se localiza en un área
definida, casi siempre justo debajo del esternón. La ingesta
de leche, alimentos o antiácidos generalmente lo alivia, pero
suele volver 2 o 3 horas después. Es frecuente el dolor que despierta
a la persona a la una o a las dos de la madrugada. Con frecuencia aparece
una o más veces al día a lo largo de un período
de una a varias semanas y luego puede desaparecer sin tratamiento. Sin
embargo, generalmente vuelve, a menudo dentro de los dos primeros años,
y en ocasiones después de varios años de no sufrir molestias.
Es habitual que las personas desarrollan patrones de dolor muy fijos
y a menudo, por experiencia, saben cuándo es probable la reaparición
de la úlcera (con frecuencia en la primavera y el otoño,
y durante períodos de estrés).
Los síntomas de las úlceras gástricas
a menudo no siguen los mismos patrones que las úlceras duodenales,
puesto que el comer puede desencadenar o aumentar el dolor más
que aliviarlo. Las úlceras gástricas son más propensas
a provocar hinchazón de la porción del estómago
que se abre al duodeno, lo que puede impedir que la comida salga del
estómago adecuadamente. Esto puede causar distensión del
abdomen, náuseas o vómitos tras las comidas.
En la esofagitis o en las úlceras esofágicas,
el afectado generalmente siente dolor al tragar o al acostarse.
Cuando aparecen complicaciones de las úlceras
pépticas, como la hemorragia o la perforación, los síntomas
se agravan.
Diagnóstico
El médico sospecha la presencia de una úlcera
cuando la persona presenta un dolor de tipo característico en
el estómago. Puede ser necesario realizar pruebas para confirmar
el diagnóstico, dado que el cáncer gástrico puede
producir síntomas similares. De igual modo, cuando las úlceras
son resistentes al tratamiento, particularmente si hay varias o si las
úlceras se localizan en zonas poco habituales, el médico
puede sospechar otros procesos subyacentes que llevan a un exceso de
producción de ácido gástrico por parte del estómago.
Para ayudar al diagnóstico de las úlceras
e identificar su origen, el médico puede hacer uso de un endoscopio,
radiografías con papilla de bario, analizar el jugo gástrico
y efectuar pruebas de sangre.
La endoscopia es un procedimiento ambulatorio en
que se introduce a través de la boca un tubo flexible de visualización
(endoscopio) que permite observar directamente el interior del estómago.
Dado que las úlceras generalmente se pueden detectar con el endoscopio,
muchos médicos utilizan este método como primer procedimiento
diagnóstico. El endoscopio es más fiable que la radiografía
para detectar las úlceras en el duodeno y en la pared posterior
del estómago; la endoscopia es también más fiable
cuando la persona ha sido sometida a cirugía del estómago.
Sin embargo, incluso un endoscopista muy experimentado
puede pasar por alto del 5 al 10 por ciento de las úlceras duodenales
y gástricas.
Con un endoscopio, se puede realizar una biopsia
(obtener una muestra de tejido para su examen al microscopio) para determinar
si una úlcera gástrica es cancerosa. El endoscopio también
puede utilizarse para detener la hemorragia de una úlcera.
La radiografía con papilla de bario del estómago
y duodeno es de utilidad cuando no se detecta una úlcera con
la endoscopia. Sin embargo, la radiografía puede pasar por alto
más del 20 por ciento de las úlceras pépticas.
El análisis gástrico es un procedimiento
en el que se extrae líquido directamente del estómago
y duodeno con el fin de determinar la cantidad de ácido. Este
procedimiento se realiza sólo si las úlceras son graves
o recurrentes o si una intervención quirúrgica ha sido
programada.
Los análisis de sangre no pueden detectar
la presencia de una úlcera, pero el recuento de glóbulos
rojos sirve para saber si existe anemia debida a una úlcera sangrante.
Otros análisis de sangre pueden detectar la presencia de Helicobacter
pylori.
Tratamiento
Uno de los aspectos del tratamiento de las úlceras
duodenales o gástricas es el de neutralizar o disminuir la acidez.
Este proceso se inicia con la eliminación de posibles irritantes
del estómago, como los fármacos antiinflamatorios no esteroideos,
el alcohol y la nicotina. Aunque la dieta blanda puede ocupar un lugar
en el tratamiento de la úlcera, no existen evidencias definitivas
que apoyen la opinión de que tales dietas aceleren la curación
o eviten las recidivas. Sin embargo, se deberían evitar las comidas
que pueden empeorar el dolor y la distensión.
Antiácidos
Los antiácidos alivian los síntomas,
promueven la curación y disminuyen el número de recidivas
de las úlceras. La mayoría de los antiácidos puede
adquirirse sin receta médica.
La capacidad de los antiácidos para neutralizar
el ácido del estómago varía según la cantidad
que se haya tomado, según la persona y el momento en que se hayan
tomado. La persona elige el tipo de antiácido en función
de su sabor, su efecto sobre las deposiciones, su costo y su eficacia.
Estos medicamentos están disponibles en forma de comprimidos
o líquidos. Los primeros pueden ser más cómodos,
pero no son tan eficaces como la presentación liquida.
Los antiácidos absorbibles neutralizan rápida
y completamente el ácido del estómago. El bicarbonato
de sodio y el carbonato de calcio, los antiácidos más
potentes, pueden tomarse de vez en cuando para conseguir un alivio a
corto plazo. Dado que son absorbidos por el flujo sanguíneo,
su uso continuado puede alterar el equilibrio acidobásico de
la sangre, produciendo alcalosis (el síndrome de leche-alcalinos).
Por lo tanto, debe limitarse a pocos días el uso de estos antiácidos
en cantidades importantes. Los síntomas de la alcalosis consisten
en náuseas, dolor de cabeza y debilidad, aunque estos mismos
síntomas pueden ser también causados por otros trastornos.
Los antiácidos no absorbibles suelen aconsejarse
con preferencia porque tienen menos efectos colaterales; en particular,
es improbable que causen alcalosis. Estos antiácidos se combinan
con el ácido del estómago para formar compuestos que permanecen
en él, reduciendo la actividad de los jugos digestivos y aliviando
los síntomas ulcerosos sin causar alcalosis. Sin embargo, estos
antiácidos pueden interferir con la absorción de otros
fármacos (como las tetraciclinas, la digoxina y el hierro).
El hidróxido de aluminio es un antiácido
de uso frecuente y relativamente seguro. Sin embargo, el aluminio se
puede unir con el fosfato en el tracto gastrointestinal, reduciendo
los valores de fosfato en sangre y provocando pérdida de apetito
y debilidad. El riesgo de estos efectos secundarios es mayor en alcohólicos
y en personas con una enfermedad renal, incluyendo las personas en tratamiento
de hemodiálisis. El hidróxido de aluminio también
puede causar estreñimiento.
El hidróxido de magnesio es más eficaz
que el hidróxido de aluminio. El ritmo de las deposiciones generalmente
no se verá afectado si se toman sólo 4 dosis de 1 o 2
cucharadas soperas al día; más de 4 dosis pueden causar
diarrea. Teniendo en cuenta que pequeñas cantidades de magnesio
se absorben y pasan a la sangre, este fármaco debe ser tomado
en pequeñas dosis por las personas con alguna lesión renal.
Muchos antiácidos contienen hidróxido de magnesio e hidróxido
de aluminio a la vez.
Fármacos antiulcerosos
Las úlceras se tratan generalmente durante
6 sema-nas, como mínimo, con fármacos que reducen el medio
ácido del estómago y del duodeno. Cualquiera de los fármacos
antiulcerosos puede neutralizar o reducir el ácido del estómago
y aliviar los síntomas, generalmente en pocos días. Habitualmente,
si éstos no se alivian por completo o si reaparecen cuando se
suprime el fármaco, se realizan otras pruebas complementarias.
El sucralfato puede actuar formando una capa protectora
en la base de la úlcera para favorecer la curación. Funciona
bien en úlceras pépticas y es una alternativa razonable
a los antiácidos. El sucralfato se toma tres o cuatro veces al
día y no se absorbe en el flujo sanguíneo, y por ello
tiene pocos efectos colaterales. Sin embargo, puede provocar estreñimiento.
Los antagonistas H2 (cimetidina, ranitidina, famotidina
y nizatidina) favorecen la curación de las úlceras reduciendo
el ácido y las enzimas digestivas en el estómago y el
duodeno. Estos fármacos son altamente eficaces y se toman sólo
una o dos veces al día. En general, presentan pocos efectos secundarios
importantes y varios de ellos se pueden adquirir sin prescripción
médica. Sin embargo, la cimetidina puede producir un aumento
del tamaño de las mamas en los varones que desaparece al suspender
la medicación. Con menos frecuencia, la cimetidina puede causar
impotencia en varones que ingieren altas dosis durante períodos
prolongados. En menos del uno por ciento de las personas tratadas con
cimetidina se han comunicado cambios en el estado mental (sobre todo
en las personas de edad avanzada), diarrea, erupción cutánea,
fiebre y dolores musculares. Si una persona que toma cimetidina sufre
cualquiera de estos efectos secundarios, se puede solucionar el problema
cambiando a otro antagonista H2. Dado que la cimetidina puede interferir
con la eliminación de ciertos fármacos del organismo (como
la teofilina para el asma, la warfarina para la coagulación y
la fenitoína para la epilepsia), estas personas deben informar
a sus médicos de que están tomando cimetidina.
El omeprazol y el lansoprazol son fármacos
muy potentes que inhiben la producción de todas las enzimas necesarias
para la producción ácida del estómago. Estos medicamentos
pueden inhibir por completo la secreción ácida y tienen
efectos de acción prolongada. Favorecen la curación de
un gran porcentaje de personas en un período de tiempo más
corto que los antagonistas H2. Son particularmente útiles en
el tratamiento de la esofagitis, con o sin úlceras esofágicas,
y en personas con otros trastornos que afecten la secreción ácida
del estómago, como el síndrome de Zollinger-Ellison.
Los antibióticos se están utilizando
cada vez más en los casos en que la bacteria Helicobacter pylori
es la principal causa subyacente de las úlceras. El tratamiento
consiste en uno o más antibióticos y un fármaco
para reducir o neutralizar la acidez gástrica. Los utilizados
con mayor frecuencia son las combinaciones de subsalicilato de bismuto
(un fármaco similar al sucralfato), tetraciclinas y metronidazol.
El omeprazol administrado con un antibiótico es también
una combinación eficaz. Este tratamiento puede aliviar los síntomas
ulcerosos incluso si las úlceras han resistido tratamientos anteriores
o si éstas causan recidivas repetidas.
El misoprostol puede ser administrado para prevenir
las úlceras gástricas causadas por fármacos antiinflamatorios
no esteroideos. No existe acuerdo entre los médicos con relación
a las circunstancias específicas en que el misoprostol debe utilizarse.
Sin embargo, la mayoría está de acuerdo en que resulta
beneficioso en algunas personas con artritis que están tomando
dosis elevadas de fármacos antiinflamatorios no esteroideos.
No obstante, el misoprostol no se usa en todos estos pacientes porque
produce diarrea en cerca del 30 por ciento de ellos y porque tan sólo
desarrollan úlcera péptica del 10 al 15 por ciento de
las personas que toman fármacos antiinflamatorios no esteroideos
para el tratamiento de la artritis.
Cirugía
Sólo en raras ocasiones es necesaria la cirugía
para las úlceras, si se tiene en cuenta que el tratamiento médico
es muy eficaz. La cirugía se reserva principalmente para tratar
las complicaciones de una úlcera péptica, como una perforación,
una obstrucción que no responde al tratamiento farmacológico
o que recurre, ante dos o más episodios importantes de hemorragia;
o cuando existe la sospecha de que la úlcera sea cancerosa, y
ante recidivas frecuentes y graves de una úlcera péptica.
Existen diversas técnicas quirúrgicas para el tratamiento
de estos problemas. Sin embargo, las úlceras pueden recurrir
tras la cirugía y cada procedimiento quirúrgico por sí
mismo puede causar problemas como pérdida de peso, digestión
lenta y anemia.
Osteoporosis Artritis
La osteoporosis es una disminución
progresiva de la masa ósea, que hace que los huesos se vuelvan
más frágiles y propensos a las fracturas.
Los minerales como el calcio y el fósforo
dan solidez y densidad a los huesos. El organismo requiere un suministro
adecuado de calcio y otros minerales para mantener la densidad de los
huesos. Debe, además, producir las cantidades convenientes de
hormonas como la paratiroidea, la del crecimiento, la calcitonina, los
estrógenos en las mujeres y la testosterona en los varones.
También necesita un aporte adecuado de vita-mina
D para absorber el calcio de los alimentos e incorporarlo a los huesos.
Éstos aumentan su densidad hasta alcanzar su valor máximo
alrededor de los 30 años de edad. A partir de entonces, la densidad
disminuye lentamente.
Cuando el organismo no es capaz de regular el contenido
mineral de los huesos, éstos pierden densidad y se vuelven más
frágiles, provocando osteoporosis.
Tipos de osteoporosis
Osteoporosis |
Existen distintos tipos
de osteoporosis.
La causa de la osteoporosis posmenopáusica
es la falta de estrógenos, la principal hormona femenina que
ayuda a regular el aporte de calcio a los huesos.
En general, los síntomas aparecen en mujeres
de 51 a 75 años de edad; no obstante pueden empezar antes o después
de esas edades. No todas las mujeres tienen el mismo riesgo de desarrollar
una osteoporosis posmenopáusica (las mujeres de las etnias blanca
y oriental son más propensas a esta enfermedad que las mujeres
de etnia negra).
La osteoporosis senil es el resultado de una deficiencia
de calcio relacionada con la edad y de un desequilibrio entre la velocidad
de degradación y de regeneración ósea.
“Senil” significa que se manifiesta
en personas de edad avanzada. Afecta, por lo general, a mayores de 70
años y es dos veces más frecuente en las mujeres que en
los varones. Las mujeres, con frecuencia, sufren ambas formas de osteoporosis,
la senil y la posmenopáusica.
Menos del 5 por ciento de las personas que padecen
osteoporosis sufre una osteoporosis secundaria (inducida por otros trastornos
de salud o por fármacos). Puede ser consecuencia de ciertas enfermedades,
como la insuficiencia renal crónica y ciertos trastornos hormonales
(especialmente del tiroides, las paratiroides o las suprarrenales) o
de la administración de ciertos fármacos, como corticosteroides,
barbitúricos, anticonvulsivantes y cantidades excesivas de hormona
tiroidea. El consumo excesivo de alcohol y tabaco agrava la afección.
La osteoporosis juvenil idiopática es una
enfermedad poco frecuente, de causa desconocida. Aparece en niños
y adultos jóvenes, sin trastornos hormonales ni carencias de
vitaminas, y que no presentan ninguna razón obvia para tener
huesos débiles.
Vértebras |
Síntomas
La osteoporosis no produce síntomas
en un primer momento debido a la lenta disminución de la densidad
ósea, especialmente entre los afectados por la osteoporosis senil.
Otras personas nunca tienen síntomas. Aparecen
dolor y deformaciones cuando la reducción de la densidad ósea
es tan importante que los huesos se aplastan o fracturan. El dolor crónico
de espalda puede aparecer por el aplastamiento de las vértebras
(fracturas por aplastamiento vertebral). Las vértebras debilitadas
pueden romperse de forma espontánea o como consecuencia de un
pequeño golpe. Por lo general, el dolor empieza de manera súbita,
se localiza en una zona determinada de la espalda y empeora al estar
de pie o al andar. Puede aparecer dolor al tacto y, habitualmente, el
dolor desaparece de forma gradual al cabo de unas semanas o meses. Si
se fracturan varias vértebras, puede producirse una curvatura
anormal de la columna vertebral (joroba), causando distensión
muscular y dolor.
Se pueden fracturar otros huesos, con frecuencia
a causa de una sobrecarga leve o de una caída, siendo la fractura
de cadera una de las más graves y una de las causas principales
de invalidez y pérdida de autonomía en personas de edad
avanzada. También es frecuente la fractura de uno de los huesos
del brazo (el radio) en el punto de articulación con la muñeca
(fractura de Colles). Además, las fracturas tienden a curarse
lentamente en individuos que sufren osteoporosis.
Diagnóstico
En caso de fractura, el diagnóstico
de osteoporosis se basa en una combinación de síntomas,
examen físico y radiografías de los huesos; pueden necesitarse
pruebas complementarias para descartar enfermedades curables que puedan
provocar osteoporosis.
La osteoporosis se puede diagnosticar antes de que
se produzca una fractura mediante pruebas que miden la densidad de los
huesos. La más precisa de estas pruebas es la absorciometría
de rayos X de energía doble (densitometría ósea).
Este examen es indoloro, no presenta ningún riesgo y tiene una
duración de 5 a 15 minutos.
Es útil para las mujeres con alto riesgo
de osteoporosis y aquellas en quienes el diagnóstico es incierto,
o para valorar con precisión los resultados del tratamiento.
Prevención y
tratamiento
La prevención de la osteoporosis es
más eficaz que su tratamiento y consiste en mantener o aumentar
la densidad ósea mediante el consumo de una cantidad adecuada
de calcio, la práctica de ejercicios en los que se debe soportar
el peso corporal y, en algunos casos, la administración de fármacos.
El consumo de una cantidad adecuada de calcio es
eficaz, sobre todo antes de alcanzar la máxima densidad ósea
(alrededor de los 30 años), pero también después
de esa edad. Beber dos vasos de leche al día (alimento rico en
calcio) y tomar un suplemento de vitamina D ayuda a aumentar la densidad
ósea en mujeres sanas de mediana edad que no han recibido la
cantidad suficiente de estos nutrientes. Sin embargo, la mayoría
de las mujeres necesita tomar comprimidos de calcio. Existen muchas
preparaciones distintas; algunas incluyen vitamina D suplementaria.
Se recomienda tomar alrededor de 1,5 gramos de calcio al día.
Los ejercicios que implican soportar el peso corporal,
como andar y subir escaleras, aumentan la densidad ósea. Por
el contrario, los ejercicios como la natación, en los que no
se soporta el propio peso, no parecen aumentar la densidad.
Los estrógenos ayudan a mantener la densidad
ósea en las mujeres, y se suelen administrar junto con progesterona.
La terapia de sustitución de estrógenos
es más eficaz si se comienza dentro de los 4 a 6 años
primeros después de la menopausia; sin embargo, puede retrasar
la pérdida ósea y reducir el riesgo de fracturas aunque
se inicie más tarde. Las decisiones acerca del uso de la terapia
de sustitución de estrógenos después de la menopausia
son complejas, dado que el tratamiento puede conllevar riesgos y efectos
secundarios. Hay un nuevo fármaco semejante a los estrógenos
(raloxifeno), que, si bien puede ser menos eficaz que los estrógenos
para prevenir la pérdida ósea, carece de los efectos secundarios
característicos de éstos sobre las mamas y el útero.
En cambio, los bisfosfonatos, como el alendronato
(véase más adelante), pueden administrarse solos o en
combinación con la terapia de sustitución hormonal para
prevenir la osteoporosis.
El objetivo del tratamiento es aumentar la densidad
ósea. Todas las mujeres, sobre todo las que padecen osteoporosis,
deberían tomar suplementos de calcio y vitamina D.
Las mujeres posmenopáusicas que presentan
formas más graves de osteoporosis pueden también tomar
estrógenos (por lo general, combinados con progesterona) o alendronato,
que pueden retrasar e incluso detener la progresión de la enfermedad.
Los bisfosfonatos también son útiles
en el tratamiento de la osteoporosis. El alendronato reduce la velocidad
de resorción ósea en mujeres posmenopáusicas, aumentando
la masa ósea en la columna vertebral y las caderas, y reduciendo
la incidencia de fracturas. No obstante, para asegurar la correcta absorción
del alendronato, éste se debe tomar inmediatamente después
de levantarse junto con un vaso de agua y no se debe ingerir comida
o bebida durante los siguientes 30 minutos.
Considerando que el alendronato irrita el revestimiento
del tracto gastrointestinal superior, la persona no debe acostarse al
menos durante los 30 minutos siguientes a la ingestión de la
dosis y hasta que no ingiera algún alimento. Las personas que
tienen dificultades para la deglución o ciertos trastornos del
esófago o estómago, no deben tomar este fármaco.
Algunas autoridades sanitarias recomiendan calcitonina,
particularmente a personas que sufren fracturas dolorosas de las vértebras.
Este fármaco puede ser administrado mediante inyecciones o en
forma de pulverizador nasal.
Aunque los suplementos de fluoruros pueden aumentar
la densidad ósea, el hueso resultante podría ser anormal
y frágil, por lo que su administración no es recomendada.
Se están investigando nuevas formas de fluoruro, que no produzcan
reacciones adversas sobre la calidad de los huesos.
Se administran calcio y suplementos de vitamina
D a los varones que padecen osteoporosis, especialmente cuando las pruebas
muestran que su organismo no absorbe las cantidades de calcio adecuadas.
Los estrógenos no son eficaces en varones, pero sí la
testosterona, en caso de que el valor de ésta sea bajo.
Se deben tratar las fracturas que aparecen como
resultado de la osteoporosis. Por lo general, en caso de fracturas de
cadera, se sustituye toda la cadera o una parte de ella. Una muñeca
fracturada se escayola o se emplaza quirúrgicamente. Cuando las
vértebras se rompen y causan un dolor de espalda intenso, se
usan soportes ortopédicos, analgésicos y fisioterapia;
sin embargo, el dolor persiste durante mucho tiempo.
lunes, 8 de abril de 2013
Sistema endocrino
El sistema endocrino está formado por
un grupo de órganos (denominados glándulas de secreción
interna) cuya tarea principal es producir y secretar hormonas al flujo
sanguíneo. La función de las hormonas consiste en actuar
como mensajeros, de forma que se coordinen las actividades de diferentes
partes del organismo.
Glándulas endocrinas
Los órganos principales del sistema endocrino
son el hipotálamo, la hipófisis (glándula pituitaria),
la glándula tiroides, las glándulas paratiroides, los
islotes del páncreas, las glándulas suprarrenales, los
testículos y los ovarios. Durante el embarazo, la placenta actúa
como una glándula endocrina además de cumplir con sus
otras funciones específicas.
Principales glándulas endocrinas |
El hipotálamo secreta diferentes hormonas
que estimulan la hipófisis: algunas desencadenan la emisión
de hormonas hipofisarias y otras la suprimen.
A veces, la hipófisis es también llamada
“glándula regidora”, porque coordina muchas funciones
de las demás glándulas endocrinas. Algunas hormonas hipofisarias
tienen efectos directos, otras solamente controlan la velocidad con
la que diversos órganos endocrinos secretan sus hormonas. La
hipófisis controla la tasa de secreción de sus propias
hormonas a través de un mecanismo conocido como “retroalimentación”,
en el cual los valores en la sangre de otras hormonas indican a la hipófisis
si debe disminuir o aumentar su producción. No todas las glándulas
endocrinas están bajo el control de la hipófisis; algunas
responden de forma directa o indirecta a las concentraciones de sustancias
en la sangre:
- Las células del páncreas que secretan
insulina responden a la glucosa y a los ácidos grasos.
- Las células de la glándula paratiroides
responden al calcio y a los fosfatos.
- La secreción de la médula suprarrenal
(parte de la glándula suprarrenal) es producto de la estimulación
directa del sistema nervioso parasimpático.
Muchos órganos secretan hormonas o sustancias
semejantes a hormonas, pero generalmente no son considerados como parte
integrante del sistema endocrino. Algunos de estos órganos producen
sustancias que actúan únicamente en las zonas más
cercanas al punto de su liberación, mientras que otros no secretan
sus productos dentro del flujo sanguíneo. Por ejemplo, el cerebro
produce muchas hormonas cuyos efectos están limitados al sistema
nervioso principalmente.
Hormonas
Las hormonas son sustancias que, liberadas dentro
del flujo sanguíneo desde una glándula u órgano,
regulan la actividad de las células en otras zonas del organismo.
La mayoría son proteínas compuestas de cadenas de aminoácidos
de longitud variable. Otras son esteroides, sustancias grasas derivadas
del colesterol. Su característica fundamental es que en pequeñas
concentraciones pueden provocar efectos notables en el organismo.
Las hormonas se adhieren a los receptores que están
sobre la superficie de la célula o dentro de ella. La unión
con un receptor aumenta, disminuye o altera de alguna otra forma la
velocidad del funcionamiento de la célula. Finalmente, las hormonas
controlan el funcionamiento de órganos enteros. También
regulan el crecimiento, el desarrollo, la reproducción y las
características sexuales. Por otro lado, influyen en la manera
en que el cuerpo utiliza y almacena la energía, y también
controlan el volumen de líquidos y las concentraciones de sal
y azúcar en la sangre. Algunas hormonas afectan a uno o dos órganos,
mientras que otras tienen efectos globales.
Por ejemplo, la hormona que estimula el tiroides
es producida en la hipófisis y sólo afecta a la glándula
tiroides. Por el contrario, la hormona tiroidea es producida en la glándula
tiroides, pero influye sobre muchos tipos de células del organismo.
La insulina, producida por las células de los islotes del páncreas,
afecta al metabolismo de la glucosa, de las proteínas y de las
grasas en todo el cuerpo.
Controles endocrinos
Cuando las glándulas endocrinas funcionan
mal, las concentraciones de las diferentes hormonas en la sangre son
superiores o inferiores a las normales y, en consecuencia, se alteran
las funciones de los órganos. Para controlar las funciones endocrinas,
la secreción de cada hormona debe ser regulada dentro de unos
límites precisos. El organismo requiere de sistemas que le permitan
detectar, a cada momento, si necesita producir una mayor o menor cantidad
de una hormona determinada.
El hipotálamo y la hipófisis secretan
sus hormonas cuando detectan que la concentración en sangre de
alguna otra hormona que ellos controlan es demasiado alta o demasiado
baja. Entonces las hormonas hipofisarias se vierten al flujo sanguíneo
para estimular la actividad en las glándulas que dirigen. Cuando
la concentración en sangre de la hormona controlada es la adecuada,
el hipotálamo y la hipófisis dejan de producir hormonas,
ya que han detectado que no es necesaria más estimulación.
Este sistema de retroalimentación regula todas las glándulas
que están bajo el control hipofisario.
Ciertas hormonas que se hallan bajo el control hipofisario
varían su concentración según programas previstos.
Por ejemplo, el ciclo menstrual de una mujer implica
fluctuaciones mensuales por parte de la hipófisis en la secreción
de la hormona luteinizante y foliculoestimulante.También fluctúan
de un mes a otro las concentraciones de las hormonas producidas en el
ovario (estrógenos y progesterona). No se conoce exactamente
el mecanismo de control de estos biorritmos por parte del hipotálamo
y de la hipófisis.
Sin embargo, se sabe con certeza que los órganos
responden a un ritmo controlado, algo así como un reloj biológico.
Existen otros factores que estimulan la producción
de hormonas. La prolactina, una hormona secretada por la hipófisis,
es la responsable de que las glándulas mamarias produzcan leche.
El bebé, al succionar el pezón, estimula a la hipófisis
para que siga secretando prolactina. Igualmente, la succión aumenta
la secreción de oxitocina, lo que provocará la contracción
de los conductos lácteos y la conducción de la leche hacia
el pezón para alimentar al bebé.
Los islotes del páncreas y las glándulas
paratiroides, que no están bajo el control de la hipófisis,
tienen sus propios sistemas para determinar cuándo es necesaria
una mayor o menor secreción hormonal.
Por ejemplo, la concentración en sangre de
insulina aumenta rápidamente después de comer porque el
organismo necesita procesar los azúcares de los alimentos. Sin
embargo, si la concentración de insulina permaneciera elevada,
disminuiría peligrosamente el valor de azúcar en la sangre.
Por último, existen algunos valores hormonales
que varían por razones menos obvias. Las concentraciones de los
corticosteroides y de la hormona del crecimiento son más altas
por la mañana y más bajas a media tarde. No se ha encontrado
una razón que explique estas variaciones diarias.
viernes, 5 de abril de 2013
La Salud Mental
Las enfermedades mentales en la sociedad
El desarrollo de fármacos antipsicóticos
eficaces ha hecho posible en las últimas décadas la aparición
de una corriente favorable a sacar a los enfermos mentales de las instituciones
frenopáticas. Con el desarrollo de esta corriente de apertura,
se ha puesto gran énfasis en considerar a la persona con una
enfermedad mental como un miembro más de las familias y de las
comunidades.
Las investigaciones han demostrado que determinadas
interacciones entre las familias y los pacientes pueden mejorar o empeorar
su salud mental. En este sentido, se han desarrollado técnicas
de terapia familiar que previenen en gran medida la necesidad del reingreso
de los individuos con enfermedades mentales crónicas. Hoy en
día la familia está comprometida más que nunca
como un aliado en el tratamiento. El médico de familia también
juega un papel importante en la reintegración del paciente a
la comunidad. También, las personas con enfermedades mentales
que deben ser hospitalizadas tienen menos riesgos que en el pasado de
tener que sufrir aislamiento y contención y a menudo se las incluye
de manera precoz en programas de hospitalización parcial y de
tratamientos en centros diurnos. Estas estructuras son menos costosas
porque hay menos personal implicado, se enfatiza más en la terapia
de grupo que en la individual y los pacientes pernoctan en su domicilio
o en casas compartidas.
Sin embargo, la corriente de desinstitucionalización
ha traído sus propios problemas. Como ya no se puede institucionalizar
o actuar en contra de los deseos de las personas con enfermedades mentales
que no representan un peligro para ellas mismas o para la sociedad,
muchas de ellas se han convertido en vagabundas. Aunque estas medidas
legales protegen los derechos civiles de las personas, hacen más
difícil proporcionar el tratamiento requerido por muchos pacientes,
algunos de los cuales pueden ser extremadamente irracionales. El vagabundismo
también tiene un impacto social.
Todo el mundo necesita una red social para satisfacer
la necesidad humana de ser cuidado, aceptado y apoyado emocionalmente,
en particular en épocas de estrés. Las investigaciones
han demostrado que un apoyo social solidario puede acelerar significativamente
la recuperación de enfermedades físicas y mentales. Los
cambios en la sociedad han disminuido el tradicional apoyo proveniente
de vecinos y familiares. Como alternativa han surgido grupos de autoayuda
y de ayuda mutua.
Algunos grupos de autoayuda, como Alcohólicos
Anónimos o Narcóticos Anónimos, se centran en el
comportamiento adictivo. Otros actúan como defensores de ciertos
colectivos, como el de los minusválidos y el de las personas
de edad avanzada. Incluso existen otros que proporcionan apoyo a los
familiares de personas con enfermedades graves.
Clasificación y diagnóstico de
las enfermedades mentales
En el campo de la medicina, la clasificación
de las enfermedades se encuentra en constante cambio, al igual que el
conocimiento de las mismas. De forma similar, en la psiquiatría,
el conocimiento de la función cerebral y cómo está
influenciada por el ambiente y otros factores se está haciendo
cada vez más complejo. A pesar de los avances, el conocimiento
de los intrincados mecanismos implicados en el funcionamiento cerebral
está todavía en sus inicios. Sin embargo, como muchos
estudios de investigación han demostrado que las enfermedades
mentales pueden distinguirse entre sí con un alto grado de fiabilidad,
se están consiguiendo protocolos de diagnóstico cada vez
más refinados.
En 1952 se publicó por vez primera el Diagnostic
and Statistical Manual of Mental Disorders (Manual diagnóstico
y estadístico de los trastornos mentales) (DSM-I), de la Asociación
Americana de Psiquiatría, cuya cuarta edición, DSM-IV,
fue publicada en 1994. Este manual proporciona un sistema de clasificación
que intenta separar las enfermedades mentales en categorías diagnósticas
basadas tanto en las descripciones de los síntomas (qué
dicen y cómo actúan los pacientes en relación a
sus pensamientos y sensaciones), como acerca del curso de la enfermedad.
La Clasificación Internacional de la Enfermedad,
9.ª revisión, Modificación Clínica (ICD-9-CM),
un libro publicado por la Organización Mundial de la Salud, utiliza
categorías diagnósticas similares a las del DSM-IV. Esta
similitud sugiere que el diagnóstico de las enfermedades mentales
específicas se está haciendo de una forma más consistente
y estandarizada en todo el mundo.
Se han hecho avances en los métodos de diagnóstico
y están disponibles nuevas técnicas de neuroimagen, incluyendo
la tomografía computadorizada (TC), resonancia magnética
(RM) y tomografía de emisión de positrones (TEP), un tipo
de gammagrafía que mide el flujo sanguíneo en áreas
específicas del cerebro. Estas técnicas de imagen se están
utilizando para representar la estructura y la función cerebrales
en personas con comportamientos normales y anormales, proporcionando
así a los científicos un mayor conocimiento acerca de
cómo funciona el cerebro humano, con y sin enfermedades mentales.
Estas investigaciones, que han logrado diferenciar un trastorno psiquiátrico
de otro, han conducido a una mayor precisión en el diagnóstico.
Tratamiento de las enfermedades mentales
En general, los tratamientos psiquiátricos
se dividen en dos categorías: somáticas o psicoterapéuticas.
Los tratamientos somáticos incluyen las terapias farmacológicas
y electroconvulsivas. Los tratamientos psicoterapéuticos incluyen
la psicoterapia (individual, de grupo o familiar), las técnicas
de terapia del comportamiento (como los métodos de relajación
y la hipnosis) y la hipnoterapia. Muchos trastornos psiquiátricos
requieren, para su tratamiento, una combinación de fármacos
y de psicoterapia. En el caso de los trastornos psiquiátricos
mayores, gran parte de los estudios sugieren tratamientos que comprendan
tanto fármacos como psicoterapia, lo que resulta más eficaz
que cualquiera de ellos utilizados aisladamente.
Tratamiento farmacológico
Durante los últimos 40 años se han
desarrollado un número de fármacos psiquiátricos
altamente eficaces y ampliamente usados por los psiquiatras y por otros
médicos. Estos fármacos son a menudo clasificados de acuerdo
con el trastorno para el cual se prescriben principalmente.
Por ejemplo, los antidepresivos como la imipramina,
la fluoxetina y el bupropión, se usan para tratar la depresión.
Los fármacos antipsicóticos, como la clorpromacina, el
haloperidol y el tiotixeno, son útiles para trastornos psiquiátricos
como la esquizofrenia. Los nuevos antipsicóticos, como la clozapina
y la risperidona, pueden ser útiles para algunos pacientes que
no han respondido a otros fármacos más tradicionales.
Los fármacos ansiolíticos como el clonazepam y el diazepam
se pueden utilizar para tratar los trastornos por ansiedad, como el
trastorno por pánico y las fobias. Los estabilizantes del humor,
como el litio y la carbamacepina, han sido usados con cierto éxito
en pacientes con enfermedades maniacodepresivas.
Terapia electroconvulsionante
En la terapia electroconvulsionante, se colocan
unos electrodos en la cabeza con el fin de provocar una serie de descargas
eléctricas en el cerebro para inducir convulsiones. Se ha demostrado
claramente que este tratamiento es el más eficaz para la depresión
grave. Contrariamente a cómo lo han reflejado algunos medios
de comunicación, la terapia electroconvulsionante es segura y
raramente provoca complicaciones graves. El uso actual de anestésicos
y relajantes musculares ha reducido en gran medida cualquier riesgo
para el paciente.
Psicoterapia
Durante los últimos años se han realizado
grandes avances en el campo de la psicoterapia. La psicoterapia es el
tratamiento que el terapeuta aplica al paciente mediante técnicas
psicológicas y haciendo un uso sistemático de la relación
paciente-terapeuta. Los psiquiatras no son los únicos profesionales
de la salud preparados para practicar la psicoterapia. También
puede incluirse a psicólogos clínicos, trabajadores sociales,
enfermeras, algunos consejeros pastorales y muchos otros que no son
profesionales de la salud. Sin embargo, los psiquiatras son los únicos
profesionales de la salud mental autorizados para recetar fármacos.
Aunque la psicoterapia individual se practica de
muchas formas diferentes, en general los profesionales de la salud mental
están especializados en una de las cuatro siguientes escuelas
de psicoterapia: la dinámica, la cognitiva-conductual, la humanista
o la conductual. La psicoterapia dinámica se deriva del psicoanálisis
y se basa en ayudar al paciente a comprender sus estructuras y conflictos
internos que pueden estar creando síntomas y dificultades en
sus relaciones. La terapia cognitiva-conductual se centra primariamente
en las distorsiones del pensamiento del paciente. La terapia interpersonal
se centra en cómo una pérdida o un cambio en una relación
afecta al paciente. La terapia conductual está dirigida a ayudar
a los pacientes a modificar su forma de reaccionar ante los sucesos
que ocurren a su alrededor. En la práctica, muchos psicoterapeutas
combinan varias técnicas según las necesidades del paciente.
La psicoterapia es apropiada para una amplia variedad
de situaciones. Incluso la gente que no padece trastornos psiquiátricos
puede encontrar en ella ayuda para enfrentarse a problemas como dificultades
en el trabajo, pérdida de un ser querido o una enfermedad crónica
en la familia. También se utilizan ampliamente la psicoterapia
de grupo y la terapia familiar.
Hipnosis e hipnoterapia
De modo creciente se están utilizando la
hipnosis y la hipnoterapia para tratar el dolor y los trastornos físicos
que tienen un componente psicológico. Estas técnicas pueden
promover la relajación, haciendo por consiguiente que se reduzcan
la ansiedad y la tensión. Por ejemplo, la hipnosis y la hipnoterapia
pueden ayudar a las personas con cáncer que, además de
dolor, tienen ansiedad o depresión.
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