Las enfermedades mentales en la sociedad
El desarrollo de fármacos antipsicóticos
eficaces ha hecho posible en las últimas décadas la aparición
de una corriente favorable a sacar a los enfermos mentales de las instituciones
frenopáticas. Con el desarrollo de esta corriente de apertura,
se ha puesto gran énfasis en considerar a la persona con una
enfermedad mental como un miembro más de las familias y de las
comunidades.
Las investigaciones han demostrado que determinadas
interacciones entre las familias y los pacientes pueden mejorar o empeorar
su salud mental. En este sentido, se han desarrollado técnicas
de terapia familiar que previenen en gran medida la necesidad del reingreso
de los individuos con enfermedades mentales crónicas. Hoy en
día la familia está comprometida más que nunca
como un aliado en el tratamiento. El médico de familia también
juega un papel importante en la reintegración del paciente a
la comunidad. También, las personas con enfermedades mentales
que deben ser hospitalizadas tienen menos riesgos que en el pasado de
tener que sufrir aislamiento y contención y a menudo se las incluye
de manera precoz en programas de hospitalización parcial y de
tratamientos en centros diurnos. Estas estructuras son menos costosas
porque hay menos personal implicado, se enfatiza más en la terapia
de grupo que en la individual y los pacientes pernoctan en su domicilio
o en casas compartidas.
Sin embargo, la corriente de desinstitucionalización
ha traído sus propios problemas. Como ya no se puede institucionalizar
o actuar en contra de los deseos de las personas con enfermedades mentales
que no representan un peligro para ellas mismas o para la sociedad,
muchas de ellas se han convertido en vagabundas. Aunque estas medidas
legales protegen los derechos civiles de las personas, hacen más
difícil proporcionar el tratamiento requerido por muchos pacientes,
algunos de los cuales pueden ser extremadamente irracionales. El vagabundismo
también tiene un impacto social.
Todo el mundo necesita una red social para satisfacer
la necesidad humana de ser cuidado, aceptado y apoyado emocionalmente,
en particular en épocas de estrés. Las investigaciones
han demostrado que un apoyo social solidario puede acelerar significativamente
la recuperación de enfermedades físicas y mentales. Los
cambios en la sociedad han disminuido el tradicional apoyo proveniente
de vecinos y familiares. Como alternativa han surgido grupos de autoayuda
y de ayuda mutua.
Algunos grupos de autoayuda, como Alcohólicos
Anónimos o Narcóticos Anónimos, se centran en el
comportamiento adictivo. Otros actúan como defensores de ciertos
colectivos, como el de los minusválidos y el de las personas
de edad avanzada. Incluso existen otros que proporcionan apoyo a los
familiares de personas con enfermedades graves.
Clasificación y diagnóstico de
las enfermedades mentales
En el campo de la medicina, la clasificación
de las enfermedades se encuentra en constante cambio, al igual que el
conocimiento de las mismas. De forma similar, en la psiquiatría,
el conocimiento de la función cerebral y cómo está
influenciada por el ambiente y otros factores se está haciendo
cada vez más complejo. A pesar de los avances, el conocimiento
de los intrincados mecanismos implicados en el funcionamiento cerebral
está todavía en sus inicios. Sin embargo, como muchos
estudios de investigación han demostrado que las enfermedades
mentales pueden distinguirse entre sí con un alto grado de fiabilidad,
se están consiguiendo protocolos de diagnóstico cada vez
más refinados.
En 1952 se publicó por vez primera el Diagnostic
and Statistical Manual of Mental Disorders (Manual diagnóstico
y estadístico de los trastornos mentales) (DSM-I), de la Asociación
Americana de Psiquiatría, cuya cuarta edición, DSM-IV,
fue publicada en 1994. Este manual proporciona un sistema de clasificación
que intenta separar las enfermedades mentales en categorías diagnósticas
basadas tanto en las descripciones de los síntomas (qué
dicen y cómo actúan los pacientes en relación a
sus pensamientos y sensaciones), como acerca del curso de la enfermedad.
La Clasificación Internacional de la Enfermedad,
9.ª revisión, Modificación Clínica (ICD-9-CM),
un libro publicado por la Organización Mundial de la Salud, utiliza
categorías diagnósticas similares a las del DSM-IV. Esta
similitud sugiere que el diagnóstico de las enfermedades mentales
específicas se está haciendo de una forma más consistente
y estandarizada en todo el mundo.
Se han hecho avances en los métodos de diagnóstico
y están disponibles nuevas técnicas de neuroimagen, incluyendo
la tomografía computadorizada (TC), resonancia magnética
(RM) y tomografía de emisión de positrones (TEP), un tipo
de gammagrafía que mide el flujo sanguíneo en áreas
específicas del cerebro. Estas técnicas de imagen se están
utilizando para representar la estructura y la función cerebrales
en personas con comportamientos normales y anormales, proporcionando
así a los científicos un mayor conocimiento acerca de
cómo funciona el cerebro humano, con y sin enfermedades mentales.
Estas investigaciones, que han logrado diferenciar un trastorno psiquiátrico
de otro, han conducido a una mayor precisión en el diagnóstico.
Tratamiento de las enfermedades mentales
En general, los tratamientos psiquiátricos
se dividen en dos categorías: somáticas o psicoterapéuticas.
Los tratamientos somáticos incluyen las terapias farmacológicas
y electroconvulsivas. Los tratamientos psicoterapéuticos incluyen
la psicoterapia (individual, de grupo o familiar), las técnicas
de terapia del comportamiento (como los métodos de relajación
y la hipnosis) y la hipnoterapia. Muchos trastornos psiquiátricos
requieren, para su tratamiento, una combinación de fármacos
y de psicoterapia. En el caso de los trastornos psiquiátricos
mayores, gran parte de los estudios sugieren tratamientos que comprendan
tanto fármacos como psicoterapia, lo que resulta más eficaz
que cualquiera de ellos utilizados aisladamente.
Tratamiento farmacológico
Durante los últimos 40 años se han
desarrollado un número de fármacos psiquiátricos
altamente eficaces y ampliamente usados por los psiquiatras y por otros
médicos. Estos fármacos son a menudo clasificados de acuerdo
con el trastorno para el cual se prescriben principalmente.
Por ejemplo, los antidepresivos como la imipramina,
la fluoxetina y el bupropión, se usan para tratar la depresión.
Los fármacos antipsicóticos, como la clorpromacina, el
haloperidol y el tiotixeno, son útiles para trastornos psiquiátricos
como la esquizofrenia. Los nuevos antipsicóticos, como la clozapina
y la risperidona, pueden ser útiles para algunos pacientes que
no han respondido a otros fármacos más tradicionales.
Los fármacos ansiolíticos como el clonazepam y el diazepam
se pueden utilizar para tratar los trastornos por ansiedad, como el
trastorno por pánico y las fobias. Los estabilizantes del humor,
como el litio y la carbamacepina, han sido usados con cierto éxito
en pacientes con enfermedades maniacodepresivas.
Terapia electroconvulsionante
En la terapia electroconvulsionante, se colocan
unos electrodos en la cabeza con el fin de provocar una serie de descargas
eléctricas en el cerebro para inducir convulsiones. Se ha demostrado
claramente que este tratamiento es el más eficaz para la depresión
grave. Contrariamente a cómo lo han reflejado algunos medios
de comunicación, la terapia electroconvulsionante es segura y
raramente provoca complicaciones graves. El uso actual de anestésicos
y relajantes musculares ha reducido en gran medida cualquier riesgo
para el paciente.
Psicoterapia
Durante los últimos años se han realizado
grandes avances en el campo de la psicoterapia. La psicoterapia es el
tratamiento que el terapeuta aplica al paciente mediante técnicas
psicológicas y haciendo un uso sistemático de la relación
paciente-terapeuta. Los psiquiatras no son los únicos profesionales
de la salud preparados para practicar la psicoterapia. También
puede incluirse a psicólogos clínicos, trabajadores sociales,
enfermeras, algunos consejeros pastorales y muchos otros que no son
profesionales de la salud. Sin embargo, los psiquiatras son los únicos
profesionales de la salud mental autorizados para recetar fármacos.
Aunque la psicoterapia individual se practica de
muchas formas diferentes, en general los profesionales de la salud mental
están especializados en una de las cuatro siguientes escuelas
de psicoterapia: la dinámica, la cognitiva-conductual, la humanista
o la conductual. La psicoterapia dinámica se deriva del psicoanálisis
y se basa en ayudar al paciente a comprender sus estructuras y conflictos
internos que pueden estar creando síntomas y dificultades en
sus relaciones. La terapia cognitiva-conductual se centra primariamente
en las distorsiones del pensamiento del paciente. La terapia interpersonal
se centra en cómo una pérdida o un cambio en una relación
afecta al paciente. La terapia conductual está dirigida a ayudar
a los pacientes a modificar su forma de reaccionar ante los sucesos
que ocurren a su alrededor. En la práctica, muchos psicoterapeutas
combinan varias técnicas según las necesidades del paciente.
La psicoterapia es apropiada para una amplia variedad
de situaciones. Incluso la gente que no padece trastornos psiquiátricos
puede encontrar en ella ayuda para enfrentarse a problemas como dificultades
en el trabajo, pérdida de un ser querido o una enfermedad crónica
en la familia. También se utilizan ampliamente la psicoterapia
de grupo y la terapia familiar.
Hipnosis e hipnoterapia
De modo creciente se están utilizando la
hipnosis y la hipnoterapia para tratar el dolor y los trastornos físicos
que tienen un componente psicológico. Estas técnicas pueden
promover la relajación, haciendo por consiguiente que se reduzcan
la ansiedad y la tensión. Por ejemplo, la hipnosis y la hipnoterapia
pueden ayudar a las personas con cáncer que, además de
dolor, tienen ansiedad o depresión.
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