El interior del estómago y del duodeno es
marcadamente resistente a las lesiones por el ácido y por las
enzimas digestivas que contiene. Sin embargo, puede irritarse, desarrollar
úlceras, obstruirse y formar tumores.
Gastritis
La gastritis es la inflamación del revestimiento
mucoso del estómago.
La mucosa del estómago resiste la irritación
y habitualmente puede soportar un alto contenido ácido. Sin embargo,
puede irritarse e inflamarse por diferentes motivos.
La gastritis bacteriana es generalmente secundaria
a una infección por organismos como el Helicobacter pylori (bacterias
que crecen en las células secretoras de moco del revestimiento
del estómago). No se conocen otras bacterias que se desarrollen
en ambientes normalmente ácidos como el del estómago,
aunque muchos tipos sí pueden hacerlo en el caso de que el estómago
no produzca ácido. Tal crecimiento bacteriano puede causar gastritis
de forma transitoria o persistente.
La gastritis aguda por estrés, el tipo más
grave de gastritis, es causada por una enfermedad o lesión graves
de rápida aparición. La lesión puede no afectar
al estómago. Por ejemplo, son causas frecuentes las quemaduras
extensas y las lesiones que ocasionen hemorragias masivas.
La gastritis erosiva crónica puede ser secundaria
a irritantes como los fármacos, especialmente la aspirina y otros
antiinflamatorios no esteroideos (AINE), a la enfermedad de Crohn y
a infecciones bacterianas y víricas. Con este tipo de gastritis,
que se desarrolla lentamente en personas que, por otra parte, gozan
de buena salud, se pueden producir hemorragias o ulceraciones. Es más
frecuente en personas que abusan del alcohol.
La gastritis vírica o por hongos puede desarrollarse
en enfermos crónicos o inmunodeprimidos.
La gastritis eosinofílica puede resultar
de una reacción alérgica a una infestación por
ciertos gusanos (nematodos). En este tipo de gastritis, los eosinófilos
(un tipo de glóbulos blancos de la sangre) se acumulan en la
pared gástrica.
La gastritis atrófica se produce cuando los
anticuerpos atacan el revestimiento mucoso del estómago, provocando
su adelgazamiento y pérdida de muchas o de todas las células
productoras de ácido y enzimas. Este trastorno afecta generalmente
a las personas mayores. También tiende a ocurrir en las personas
a quienes se les ha extirpado parte del estómago (procedimiento
quirúrgico llamado gastrectomía parcial). La gastritis
atrófica puede causar anemia perniciosa porque interfiere con
la absorción de la vitamina B12 presente en los alimentos.
La enfermedad de Ménétrier es un tipo
de gastritis de causa desconocida. En ésta, las paredes del estómago
desarrollan pliegues grandes y gruesos, glándulas voluminosas
y quistes llenos de líquido. Cerca del 10 por ciento de los afectados
desarrolla cáncer de estómago.
La gastritis de células plasmáticas
es otra forma de gastritis de origen desconocido. En esta enfermedad,
las células plasmáticas (un tipo de glóbulos blancos)
se acumulan en las paredes del estómago y en otros órganos.
También puede inducir gastritis la ingesta
de corrosivos, como los productos de limpieza, o los altos niveles de
radiación (por ejemplo, en la radioterapia).
Síntomas
Los síntomas varían dependiendo del
tipo de gastritis. Sin embargo, por lo general, una persona con gastritis
sufre indigestión y molestias vagas en la parte alta del abdomen.
En la gastritis aguda por estrés, la enfermedad
subyacente, los traumatismos o las quemaduras generalmente enmascaran
los síntomas gástricos. Sin embargo, se pueden sentir
molestias moderadas en la parte alta del abdomen. Poco después
de un traumatismo, en el revestimiento del estómago se pueden
desarrollar pequeñas puntos hemorrágicos. En pocas horas,
estas pequeñas lesiones hemorrágicas pueden convertirse
en úlceras. Las úlceras y la gastritis pueden desaparecer
si la persona se recupera rápidamente del traumatismo. Si no
es así, las úlceras pueden hacerse mayores y comenzar
a sangrar, generalmente entre 2 y 5 días después de la
lesión. La hemorragia puede hacer que las heces sean de un color
negro alquitranado, teñir de rojo el líquido del estómago
o, si es muy copiosa, que baje la presión arterial. La hemorragia
puede ser masiva y mortal.
Los síntomas de la gastritis erosiva crónica
incluyen náuseas ligeras y dolor en la parte alta del abdomen.
Sin embargo, muchas personas (como los consumidores crónicos
de aspirinas) no sienten dolor. Algunas personas pueden presentar síntomas
parecidos a los de una úlcera, como dolor, cuando el estómago
está vacío. Si la gastritis se complica con úlceras
sangrantes, las heces pueden adoptar un color negro alquitranado (melena)
o bien pueden producirse vómitos de sangre roja (hematemesis)
o de sangre parcialmente digerida (como poso de café).
En la gastritis eosinófila, el dolor abdominal
y los vómitos pueden ser causados por un estrechamiento o una
obstrucción completa de la salida del estómago hacia el
duodeno.
En la enfermedad de Ménétrier, el
síntoma más común es el dolor de estómago.
Son menos habituales la pérdida del apetito, los vómitos
y la pérdida de peso. La hemorragia es también rara. Puede
producirse una retención de líquidos y una hinchazón
de los tejidos (edema) debido a una pérdida de proteínas
por la inflamación del revestimiento del estómago. Estas
proteínas se mezclan con el contenido del estómago y son
eliminadas del organismo.
En la gastritis de células plasmáticas,
pueden aparecer dolor abdominal, vómitos y diarrea, junto con
una erupción cutánea.
La gastritis por radioterapia causa dolor, náuseas
y ardor debido a la inflamación y, a veces, por el desarrollo
de úlceras en el estómago. Éstas pueden perforar
la pared del estómago, con lo cual el contenido de éste
se esparce por la cavidad abdominal y provoca una peritonitis (inflamación
del revestimiento abdominal) y un dolor muy intenso. Esta enfermedad
grave, caracterizada por la rigidez del abdomen, requiere cirugía
inmediata. En algunos casos, tras la radioterapia, se desarrollan unas
cicatrices que estrechan la salida del estómago, provocando dolor
abdominal y vómitos. La radiación puede dañar el
revestimiento protector del estómago, de tal forma que las bacterias
pueden invadir su pared y provocar una forma de gastritis grave y extremadamente
dolorosa de aparición brusca.
Diagnóstico
El médico sospecha una gastritis cuando el
paciente presenta dolor en la parte alta del abdomen junto con náuseas
o ardor. Si los síntomas persisten, a menudo no se necesita análisis
y se comienza el tratamiento en función de la causa más
probable.
Si el médico tiene dudas, puede ser necesario
un examen del estómago con un endoscopio. Si es preciso, se puede
realizar una biopsia (obtención de una muestra del revestimiento
del estómago para su examen).
Si la gastritis continúa o recurre, el médico
busca la causa, como una infección, y evalúa los hábitos
dietéticos, la toma de fármacos y la ingesta de alcohol.
La gastritis bacteriana se puede diagnosticar con una biopsia. Muchas
personas con gastritis bacteriana tienen anticuerpos contra la bacteria
causante del problema; éstos pueden ser detectados con un análisis
de sangre.
Tratamiento
Muchos especialistas tratan una infección
por Helicobacter pylori si causa síntomas. La infección
puede ser controlada o eliminada con bismuto y antibióticos,
como la amoxicilina y el metronidazol. En ocasiones, puede resultar
difícil eliminar el Helicobacter pylori del estómago.
La mayoría de las personas con gastritis
aguda por estrés se cura por completo cuando se logra controlar
la enfermedad subyacente, la lesión o la hemorragia.
Sin embargo, el 2 por ciento de las personas en
las unidades de cuidados intensivos tiene hemorragias copiosas por este
tipo de gastritis, lo cual a menudo resulta mortal. Por lo tanto, cuando
existe una enfermedad grave, una lesión importante o quemaduras
extensas, los médicos tratan de prevenir la gastritis aguda por
estrés. Para prevenirla y tratarla, en la mayoría de las
unidades de cuidados intensivos, y después de una intervención
quirúrgica, suelen administrarse antiácidos (que neutralizan
la acidez del estómago) y potentes fármacos antiulcerosos
(que reducen o anulan la producción de ácido del estómago).
En los pacientes con fuertes hemorragias debidas
a una gastritis por estrés, se han utilizado una amplia variedad
de tratamientos. Sin embargo, sólo algunas personas mejoran el
pronóstico: tales hemorragias pueden ser mortales. De hecho,
las transfusiones de sangre pueden empeorar la hemorragia. Los puntos
de hemorragia pueden cerrarse temporalmente mediante la aplicación
de calor durante la endoscopia, pero la hemorragia reaparecerá
si no se soluciona la enfermedad subyacente. Si la hemorragia persiste,
debe inducirse la coagulación del vaso sanguíneo lesionado,
o puede ser necesario extirpar todo el estómago con el fin de
salvar la vida de la persona.
La gastritis crónica erosiva puede ser tratada
con antiácidos. El enfermo debe evitar ciertos fármacos
(por ejemplo, la aspirina y otros antiinflamatorios no esteroideos)
y comidas irritantes. Los comprimidos de aspirina con un recubrimiento
protector producen menos úlceras que los que no lo llevan. El
misoprostol probablemente reduce el riesgo de úlceras causadas
por los fármacos antiinflamatorios no esteroideos.
Para una persona con gastritis eosinofílica,
puede resultar necesaria la cirugía o la administración
de corticosteroides para disminuir la obstrucción de la salida
del estómago.
La gastritis atrófica no se cura. En general,
los que padecen este trastorno deben recibir inyecciones de suplementos
de vitamina B12.
La enfermedad de Ménétrier se puede
curar retirando parte o la totalidad del estómago, pero el tratamiento
farmacológico no es eficaz.
La gastritis de células plasmáticas
se puede tratar con fármacos antiulcerosos que bloquean la secreción
ácida del estómago.
Úlcera péptica
Una úlcera péptica es una herida bien
definida, circular u oval, causada porque el revestimiento del estómago
o del duodeno ha sido lesionado o erosionado por los ácidos gástricos
o los jugos duodenales. Cuando la úlcera es poco profunda recibe
el nombre de erosión.
La pepsina es una enzima que trabaja junto con el
ácido clorhídrico producido por la mucosa gástrica
para digerir los alimentos, especialmente las proteínas. La úlcera
péptica se desarrolla en el revestimiento del tracto gastrointestinal
expuesto al ácido y a las enzimas digestivas (principalmente
del estómago y del duodeno). Los nombres de las úlceras
identifican su localización anatómica o las circunstancias
en que se desarrollan.
La úlcera duodenal, el tipo más común
de úlcera péptica, se produce en el duodeno (los primeros
centímetros de intestino delgado justo a continuación
del estómago). Las úlceras gástricas, que son las
menos frecuentes, generalmente se sitúan en la parte alta de
la curvatura del estómago. Si se extirpa quirúrgicamente
parte del estómago, se pueden desarrollar úlceras marginales
en el lugar en que el estómago remanente ha vuelto a conectarse
al intestino. La repetida regurgitación de ácido procedente
del estómago hacia la parte baja del esófago puede causar
inflamación (esofagitis) y úlceras esofágicas.
Las úlceras que aparecen como consecuencia del estrés
derivado de una enfermedad grave, quemaduras o traumatismos se denominan
úlceras de estrés.
Causas
Una úlcera se desarrolla cuando se alteran
los mecanismos de defensa que protegen del jugo gástrico al estómago
o al duodeno (por ejemplo, cuando cambia la producción de la
cantidad de moco). No se conocen las causas de tales alteraciones.
Prácticamente todas las personas producen
ácido en el estómago, pero sólo del 1 al 10 por
ciento desarrolla úlceras. Distintas personas generan diferentes
cantidades de ácido en el estómago; el patrón de
secreción de ácido del mismo en cada persona tiende a
persistir durante toda la vida. De hecho, los lactantes pueden ser identificados
como secretores de tipo bajo, intermedio o alto. Los secretores de tipo
alto tienen mayor tendencia a desarrollar úlceras pépticas
que los secretores de tipo bajo. Sin embargo, las personas con una abundante
secreción, por lo general, nunca desarrollan úlceras y
otras con secreción baja sí lo hacen. Obviamente, están
implicados otros factores además de la secreción ácida.
Muchas personas con úlcera duodenal tienen,
además, bacterias del tipo Helicobacter pylori en el estómago.
En la actualidad, estas bacterias están consideradas como la
causa principal de la úlcera péptica. El mecanismo por
el cual estas bacterias contribuyen a la formación de las úlceras
se desconoce. Tal vez interfieran en las defensas normales contra el
ácido gástrico, o quizás produzcan toxinas que
contribuyen al desarrollo de las úlceras. Las úlceras
duodenales casi nunca son cancerosas.
Las úlceras gástricas se diferencian
de las duodenales en que tienden a desarrollarse más tarde. Ciertos
fármacos (particularmente la aspirina, el ibuprofeno y otros
antiinflamatorios no esteroideos) provocan erosiones y úlceras
en el estómago, especialmente en las personas de edad avanzada.
Dichas erosiones y úlceras tienden a curarse cuando se interrumpe
el tratamiento con fármacos. La recurrencia es poco probable,
a menos de que se reinicie el mismo tratamiento. Algunas úlceras
gástricas cancerosas (malignas) también pueden dar la
impresión de que se curan, lo que hace difícil diferenciarlas
de las no cancerosas (benignas), como las provocadas por fármacos.
Síntomas
La úlcera típica tiende a curarse
y a recurrir. Los síntomas pueden variar según la localización
y la edad del individuo. Los niños y las personas de edad avanzada
pueden no presentar los síntomas habituales o incluso ningún
tipo de síntoma. En estas circunstancias, las úlceras
se descubren sólo cuando se desarrollan complicaciones.
Solamente alrededor de la mitad de los afectados
con úlceras duodenales presentan síntomas típicos:
dolor, quemazón, corrosión, sensación de vacío
y hambre. El dolor tiende a aparecer cuando el estómago se encuentra
vacío. La úlcera generalmente no duele al despertarse,
sino que el dolor se desarrolla hacia media mañana. El dolor
es constante, de intensidad leve o moderada y se localiza en un área
definida, casi siempre justo debajo del esternón. La ingesta
de leche, alimentos o antiácidos generalmente lo alivia, pero
suele volver 2 o 3 horas después. Es frecuente el dolor que despierta
a la persona a la una o a las dos de la madrugada. Con frecuencia aparece
una o más veces al día a lo largo de un período
de una a varias semanas y luego puede desaparecer sin tratamiento. Sin
embargo, generalmente vuelve, a menudo dentro de los dos primeros años,
y en ocasiones después de varios años de no sufrir molestias.
Es habitual que las personas desarrollan patrones de dolor muy fijos
y a menudo, por experiencia, saben cuándo es probable la reaparición
de la úlcera (con frecuencia en la primavera y el otoño,
y durante períodos de estrés).
Los síntomas de las úlceras gástricas
a menudo no siguen los mismos patrones que las úlceras duodenales,
puesto que el comer puede desencadenar o aumentar el dolor más
que aliviarlo. Las úlceras gástricas son más propensas
a provocar hinchazón de la porción del estómago
que se abre al duodeno, lo que puede impedir que la comida salga del
estómago adecuadamente. Esto puede causar distensión del
abdomen, náuseas o vómitos tras las comidas.
En la esofagitis o en las úlceras esofágicas,
el afectado generalmente siente dolor al tragar o al acostarse.
Cuando aparecen complicaciones de las úlceras
pépticas, como la hemorragia o la perforación, los síntomas
se agravan.
Diagnóstico
El médico sospecha la presencia de una úlcera
cuando la persona presenta un dolor de tipo característico en
el estómago. Puede ser necesario realizar pruebas para confirmar
el diagnóstico, dado que el cáncer gástrico puede
producir síntomas similares. De igual modo, cuando las úlceras
son resistentes al tratamiento, particularmente si hay varias o si las
úlceras se localizan en zonas poco habituales, el médico
puede sospechar otros procesos subyacentes que llevan a un exceso de
producción de ácido gástrico por parte del estómago.
Para ayudar al diagnóstico de las úlceras
e identificar su origen, el médico puede hacer uso de un endoscopio,
radiografías con papilla de bario, analizar el jugo gástrico
y efectuar pruebas de sangre.
La endoscopia es un procedimiento ambulatorio en
que se introduce a través de la boca un tubo flexible de visualización
(endoscopio) que permite observar directamente el interior del estómago.
Dado que las úlceras generalmente se pueden detectar con el endoscopio,
muchos médicos utilizan este método como primer procedimiento
diagnóstico. El endoscopio es más fiable que la radiografía
para detectar las úlceras en el duodeno y en la pared posterior
del estómago; la endoscopia es también más fiable
cuando la persona ha sido sometida a cirugía del estómago.
Sin embargo, incluso un endoscopista muy experimentado
puede pasar por alto del 5 al 10 por ciento de las úlceras duodenales
y gástricas.
Con un endoscopio, se puede realizar una biopsia
(obtener una muestra de tejido para su examen al microscopio) para determinar
si una úlcera gástrica es cancerosa. El endoscopio también
puede utilizarse para detener la hemorragia de una úlcera.
La radiografía con papilla de bario del estómago
y duodeno es de utilidad cuando no se detecta una úlcera con
la endoscopia. Sin embargo, la radiografía puede pasar por alto
más del 20 por ciento de las úlceras pépticas.
El análisis gástrico es un procedimiento
en el que se extrae líquido directamente del estómago
y duodeno con el fin de determinar la cantidad de ácido. Este
procedimiento se realiza sólo si las úlceras son graves
o recurrentes o si una intervención quirúrgica ha sido
programada.
Los análisis de sangre no pueden detectar
la presencia de una úlcera, pero el recuento de glóbulos
rojos sirve para saber si existe anemia debida a una úlcera sangrante.
Otros análisis de sangre pueden detectar la presencia de Helicobacter
pylori.
Tratamiento
Uno de los aspectos del tratamiento de las úlceras
duodenales o gástricas es el de neutralizar o disminuir la acidez.
Este proceso se inicia con la eliminación de posibles irritantes
del estómago, como los fármacos antiinflamatorios no esteroideos,
el alcohol y la nicotina. Aunque la dieta blanda puede ocupar un lugar
en el tratamiento de la úlcera, no existen evidencias definitivas
que apoyen la opinión de que tales dietas aceleren la curación
o eviten las recidivas. Sin embargo, se deberían evitar las comidas
que pueden empeorar el dolor y la distensión.
Antiácidos
Los antiácidos alivian los síntomas,
promueven la curación y disminuyen el número de recidivas
de las úlceras. La mayoría de los antiácidos puede
adquirirse sin receta médica.
La capacidad de los antiácidos para neutralizar
el ácido del estómago varía según la cantidad
que se haya tomado, según la persona y el momento en que se hayan
tomado. La persona elige el tipo de antiácido en función
de su sabor, su efecto sobre las deposiciones, su costo y su eficacia.
Estos medicamentos están disponibles en forma de comprimidos
o líquidos. Los primeros pueden ser más cómodos,
pero no son tan eficaces como la presentación liquida.
Los antiácidos absorbibles neutralizan rápida
y completamente el ácido del estómago. El bicarbonato
de sodio y el carbonato de calcio, los antiácidos más
potentes, pueden tomarse de vez en cuando para conseguir un alivio a
corto plazo. Dado que son absorbidos por el flujo sanguíneo,
su uso continuado puede alterar el equilibrio acidobásico de
la sangre, produciendo alcalosis (el síndrome de leche-alcalinos).
Por lo tanto, debe limitarse a pocos días el uso de estos antiácidos
en cantidades importantes. Los síntomas de la alcalosis consisten
en náuseas, dolor de cabeza y debilidad, aunque estos mismos
síntomas pueden ser también causados por otros trastornos.
Los antiácidos no absorbibles suelen aconsejarse
con preferencia porque tienen menos efectos colaterales; en particular,
es improbable que causen alcalosis. Estos antiácidos se combinan
con el ácido del estómago para formar compuestos que permanecen
en él, reduciendo la actividad de los jugos digestivos y aliviando
los síntomas ulcerosos sin causar alcalosis. Sin embargo, estos
antiácidos pueden interferir con la absorción de otros
fármacos (como las tetraciclinas, la digoxina y el hierro).
El hidróxido de aluminio es un antiácido
de uso frecuente y relativamente seguro. Sin embargo, el aluminio se
puede unir con el fosfato en el tracto gastrointestinal, reduciendo
los valores de fosfato en sangre y provocando pérdida de apetito
y debilidad. El riesgo de estos efectos secundarios es mayor en alcohólicos
y en personas con una enfermedad renal, incluyendo las personas en tratamiento
de hemodiálisis. El hidróxido de aluminio también
puede causar estreñimiento.
El hidróxido de magnesio es más eficaz
que el hidróxido de aluminio. El ritmo de las deposiciones generalmente
no se verá afectado si se toman sólo 4 dosis de 1 o 2
cucharadas soperas al día; más de 4 dosis pueden causar
diarrea. Teniendo en cuenta que pequeñas cantidades de magnesio
se absorben y pasan a la sangre, este fármaco debe ser tomado
en pequeñas dosis por las personas con alguna lesión renal.
Muchos antiácidos contienen hidróxido de magnesio e hidróxido
de aluminio a la vez.
Fármacos antiulcerosos
Las úlceras se tratan generalmente durante
6 sema-nas, como mínimo, con fármacos que reducen el medio
ácido del estómago y del duodeno. Cualquiera de los fármacos
antiulcerosos puede neutralizar o reducir el ácido del estómago
y aliviar los síntomas, generalmente en pocos días. Habitualmente,
si éstos no se alivian por completo o si reaparecen cuando se
suprime el fármaco, se realizan otras pruebas complementarias.
El sucralfato puede actuar formando una capa protectora
en la base de la úlcera para favorecer la curación. Funciona
bien en úlceras pépticas y es una alternativa razonable
a los antiácidos. El sucralfato se toma tres o cuatro veces al
día y no se absorbe en el flujo sanguíneo, y por ello
tiene pocos efectos colaterales. Sin embargo, puede provocar estreñimiento.
Los antagonistas H2 (cimetidina, ranitidina, famotidina
y nizatidina) favorecen la curación de las úlceras reduciendo
el ácido y las enzimas digestivas en el estómago y el
duodeno. Estos fármacos son altamente eficaces y se toman sólo
una o dos veces al día. En general, presentan pocos efectos secundarios
importantes y varios de ellos se pueden adquirir sin prescripción
médica. Sin embargo, la cimetidina puede producir un aumento
del tamaño de las mamas en los varones que desaparece al suspender
la medicación. Con menos frecuencia, la cimetidina puede causar
impotencia en varones que ingieren altas dosis durante períodos
prolongados. En menos del uno por ciento de las personas tratadas con
cimetidina se han comunicado cambios en el estado mental (sobre todo
en las personas de edad avanzada), diarrea, erupción cutánea,
fiebre y dolores musculares. Si una persona que toma cimetidina sufre
cualquiera de estos efectos secundarios, se puede solucionar el problema
cambiando a otro antagonista H2. Dado que la cimetidina puede interferir
con la eliminación de ciertos fármacos del organismo (como
la teofilina para el asma, la warfarina para la coagulación y
la fenitoína para la epilepsia), estas personas deben informar
a sus médicos de que están tomando cimetidina.
El omeprazol y el lansoprazol son fármacos
muy potentes que inhiben la producción de todas las enzimas necesarias
para la producción ácida del estómago. Estos medicamentos
pueden inhibir por completo la secreción ácida y tienen
efectos de acción prolongada. Favorecen la curación de
un gran porcentaje de personas en un período de tiempo más
corto que los antagonistas H2. Son particularmente útiles en
el tratamiento de la esofagitis, con o sin úlceras esofágicas,
y en personas con otros trastornos que afecten la secreción ácida
del estómago, como el síndrome de Zollinger-Ellison.
Los antibióticos se están utilizando
cada vez más en los casos en que la bacteria Helicobacter pylori
es la principal causa subyacente de las úlceras. El tratamiento
consiste en uno o más antibióticos y un fármaco
para reducir o neutralizar la acidez gástrica. Los utilizados
con mayor frecuencia son las combinaciones de subsalicilato de bismuto
(un fármaco similar al sucralfato), tetraciclinas y metronidazol.
El omeprazol administrado con un antibiótico es también
una combinación eficaz. Este tratamiento puede aliviar los síntomas
ulcerosos incluso si las úlceras han resistido tratamientos anteriores
o si éstas causan recidivas repetidas.
El misoprostol puede ser administrado para prevenir
las úlceras gástricas causadas por fármacos antiinflamatorios
no esteroideos. No existe acuerdo entre los médicos con relación
a las circunstancias específicas en que el misoprostol debe utilizarse.
Sin embargo, la mayoría está de acuerdo en que resulta
beneficioso en algunas personas con artritis que están tomando
dosis elevadas de fármacos antiinflamatorios no esteroideos.
No obstante, el misoprostol no se usa en todos estos pacientes porque
produce diarrea en cerca del 30 por ciento de ellos y porque tan sólo
desarrollan úlcera péptica del 10 al 15 por ciento de
las personas que toman fármacos antiinflamatorios no esteroideos
para el tratamiento de la artritis.
Cirugía
Sólo en raras ocasiones es necesaria la cirugía
para las úlceras, si se tiene en cuenta que el tratamiento médico
es muy eficaz. La cirugía se reserva principalmente para tratar
las complicaciones de una úlcera péptica, como una perforación,
una obstrucción que no responde al tratamiento farmacológico
o que recurre, ante dos o más episodios importantes de hemorragia;
o cuando existe la sospecha de que la úlcera sea cancerosa, y
ante recidivas frecuentes y graves de una úlcera péptica.
Existen diversas técnicas quirúrgicas para el tratamiento
de estos problemas. Sin embargo, las úlceras pueden recurrir
tras la cirugía y cada procedimiento quirúrgico por sí
mismo puede causar problemas como pérdida de peso, digestión
lenta y anemia.
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