martes, 9 de abril de 2013

Enfermedades del estómago y del duodeno

El estómago es un órgano muscular grande, hueco y con forma de judía (fríjol) que se llena con la comida que le llega a través del esófago y que ha entrado por la boca. El estómago secreta ácido y enzimas que fraccionan (digieren) los alimentos en partículas más pequeñas. La comida pasa del estómago al duodeno, que es la primera parte del intestino delgado. Allí, el ácido del estómago es neutralizado y las enzimas del duodeno continúan digiriendo los alimentos y convirtiéndolos en sustancias más pequeñas, de tal forma que puedan ser absorbidas hacia el torrente circulatorio para nutrir el organismo.
El interior del estómago y del duodeno es marcadamente resistente a las lesiones por el ácido y por las enzimas digestivas que contiene. Sin embargo, puede irritarse, desarrollar úlceras, obstruirse y formar tumores.
Gastritis
La gastritis es la inflamación del revestimiento mucoso del estómago.
La mucosa del estómago resiste la irritación y habitualmente puede soportar un alto contenido ácido. Sin embargo, puede irritarse e inflamarse por diferentes motivos.
La gastritis bacteriana es generalmente secundaria a una infección por organismos como el Helicobacter pylori (bacterias que crecen en las células secretoras de moco del revestimiento del estómago). No se conocen otras bacterias que se desarrollen en ambientes normalmente ácidos como el del estómago, aunque muchos tipos sí pueden hacerlo en el caso de que el estómago no produzca ácido. Tal crecimiento bacteriano puede causar gastritis de forma transitoria o persistente.
La gastritis aguda por estrés, el tipo más grave de gastritis, es causada por una enfermedad o lesión graves de rápida aparición. La lesión puede no afectar al estómago. Por ejemplo, son causas frecuentes las quemaduras extensas y las lesiones que ocasionen hemorragias masivas.
La gastritis erosiva crónica puede ser secundaria a irritantes como los fármacos, especialmente la aspirina y otros antiinflamatorios no esteroideos (AINE), a la enfermedad de Crohn y a infecciones bacterianas y víricas. Con este tipo de gastritis, que se desarrolla lentamente en personas que, por otra parte, gozan de buena salud, se pueden producir hemorragias o ulceraciones. Es más frecuente en personas que abusan del alcohol.
La gastritis vírica o por hongos puede desarrollarse en enfermos crónicos o inmunodeprimidos.
La gastritis eosinofílica puede resultar de una reacción alérgica a una infestación por ciertos gusanos (nematodos). En este tipo de gastritis, los eosinófilos (un tipo de glóbulos blancos de la sangre) se acumulan en la pared gástrica.
La gastritis atrófica se produce cuando los anticuerpos atacan el revestimiento mucoso del estómago, provocando su adelgazamiento y pérdida de muchas o de todas las células productoras de ácido y enzimas. Este trastorno afecta generalmente a las personas mayores. También tiende a ocurrir en las personas a quienes se les ha extirpado parte del estómago (procedimiento quirúrgico llamado gastrectomía parcial). La gastritis atrófica puede causar anemia perniciosa porque interfiere con la absorción de la vitamina B12 presente en los alimentos.
La enfermedad de Ménétrier es un tipo de gastritis de causa desconocida. En ésta, las paredes del estómago desarrollan pliegues grandes y gruesos, glándulas voluminosas y quistes llenos de líquido. Cerca del 10 por ciento de los afectados desarrolla cáncer de estómago.
La gastritis de células plasmáticas es otra forma de gastritis de origen desconocido. En esta enfermedad, las células plasmáticas (un tipo de glóbulos blancos) se acumulan en las paredes del estómago y en otros órganos.
También puede inducir gastritis la ingesta de corrosivos, como los productos de limpieza, o los altos niveles de radiación (por ejemplo, en la radioterapia).
Síntomas
Los síntomas varían dependiendo del tipo de gastritis. Sin embargo, por lo general, una persona con gastritis sufre indigestión y molestias vagas en la parte alta del abdomen.
En la gastritis aguda por estrés, la enfermedad subyacente, los traumatismos o las quemaduras generalmente enmascaran los síntomas gástricos. Sin embargo, se pueden sentir molestias moderadas en la parte alta del abdomen. Poco después de un traumatismo, en el revestimiento del estómago se pueden desarrollar pequeñas puntos hemorrágicos. En pocas horas, estas pequeñas lesiones hemorrágicas pueden convertirse en úlceras. Las úlceras y la gastritis pueden desaparecer si la persona se recupera rápidamente del traumatismo. Si no es así, las úlceras pueden hacerse mayores y comenzar a sangrar, generalmente entre 2 y 5 días después de la lesión. La hemorragia puede hacer que las heces sean de un color negro alquitranado, teñir de rojo el líquido del estómago o, si es muy copiosa, que baje la presión arterial. La hemorragia puede ser masiva y mortal.
Los síntomas de la gastritis erosiva crónica incluyen náuseas ligeras y dolor en la parte alta del abdomen. Sin embargo, muchas personas (como los consumidores crónicos de aspirinas) no sienten dolor. Algunas personas pueden presentar síntomas parecidos a los de una úlcera, como dolor, cuando el estómago está vacío. Si la gastritis se complica con úlceras sangrantes, las heces pueden adoptar un color negro alquitranado (melena) o bien pueden producirse vómitos de sangre roja (hematemesis) o de sangre parcialmente digerida (como poso de café).
En la gastritis eosinófila, el dolor abdominal y los vómitos pueden ser causados por un estrechamiento o una obstrucción completa de la salida del estómago hacia el duodeno.
En la enfermedad de Ménétrier, el síntoma más común es el dolor de estómago. Son menos habituales la pérdida del apetito, los vómitos y la pérdida de peso. La hemorragia es también rara. Puede producirse una retención de líquidos y una hinchazón de los tejidos (edema) debido a una pérdida de proteínas por la inflamación del revestimiento del estómago. Estas proteínas se mezclan con el contenido del estómago y son eliminadas del organismo.
En la gastritis de células plasmáticas, pueden aparecer dolor abdominal, vómitos y diarrea, junto con una erupción cutánea.
La gastritis por radioterapia causa dolor, náuseas y ardor debido a la inflamación y, a veces, por el desarrollo de úlceras en el estómago. Éstas pueden perforar la pared del estómago, con lo cual el contenido de éste se esparce por la cavidad abdominal y provoca una peritonitis (inflamación del revestimiento abdominal) y un dolor muy intenso. Esta enfermedad grave, caracterizada por la rigidez del abdomen, requiere cirugía inmediata. En algunos casos, tras la radioterapia, se desarrollan unas cicatrices que estrechan la salida del estómago, provocando dolor abdominal y vómitos. La radiación puede dañar el revestimiento protector del estómago, de tal forma que las bacterias pueden invadir su pared y provocar una forma de gastritis grave y extremadamente dolorosa de aparición brusca.
Diagnóstico
El médico sospecha una gastritis cuando el paciente presenta dolor en la parte alta del abdomen junto con náuseas o ardor. Si los síntomas persisten, a menudo no se necesita análisis y se comienza el tratamiento en función de la causa más probable.
Si el médico tiene dudas, puede ser necesario un examen del estómago con un endoscopio. Si es preciso, se puede realizar una biopsia (obtención de una muestra del revestimiento del estómago para su examen).
Si la gastritis continúa o recurre, el médico busca la causa, como una infección, y evalúa los hábitos dietéticos, la toma de fármacos y la ingesta de alcohol. La gastritis bacteriana se puede diagnosticar con una biopsia. Muchas personas con gastritis bacteriana tienen anticuerpos contra la bacteria causante del problema; éstos pueden ser detectados con un análisis de sangre.
Tratamiento
Muchos especialistas tratan una infección por Helicobacter pylori si causa síntomas. La infección puede ser controlada o eliminada con bismuto y antibióticos, como la amoxicilina y el metronidazol. En ocasiones, puede resultar difícil eliminar el Helicobacter pylori del estómago.
La mayoría de las personas con gastritis aguda por estrés se cura por completo cuando se logra controlar la enfermedad subyacente, la lesión o la hemorragia.
Sin embargo, el 2 por ciento de las personas en las unidades de cuidados intensivos tiene hemorragias copiosas por este tipo de gastritis, lo cual a menudo resulta mortal. Por lo tanto, cuando existe una enfermedad grave, una lesión importante o quemaduras extensas, los médicos tratan de prevenir la gastritis aguda por estrés. Para prevenirla y tratarla, en la mayoría de las unidades de cuidados intensivos, y después de una intervención quirúrgica, suelen administrarse antiácidos (que neutralizan la acidez del estómago) y potentes fármacos antiulcerosos (que reducen o anulan la producción de ácido del estómago).
En los pacientes con fuertes hemorragias debidas a una gastritis por estrés, se han utilizado una amplia variedad de tratamientos. Sin embargo, sólo algunas personas mejoran el pronóstico: tales hemorragias pueden ser mortales. De hecho, las transfusiones de sangre pueden empeorar la hemorragia. Los puntos de hemorragia pueden cerrarse temporalmente mediante la aplicación de calor durante la endoscopia, pero la hemorragia reaparecerá si no se soluciona la enfermedad subyacente. Si la hemorragia persiste, debe inducirse la coagulación del vaso sanguíneo lesionado, o puede ser necesario extirpar todo el estómago con el fin de salvar la vida de la persona.
La gastritis crónica erosiva puede ser tratada con antiácidos. El enfermo debe evitar ciertos fármacos (por ejemplo, la aspirina y otros antiinflamatorios no esteroideos) y comidas irritantes. Los comprimidos de aspirina con un recubrimiento protector producen menos úlceras que los que no lo llevan. El misoprostol probablemente reduce el riesgo de úlceras causadas por los fármacos antiinflamatorios no esteroideos.
Para una persona con gastritis eosinofílica, puede resultar necesaria la cirugía o la administración de corticosteroides para disminuir la obstrucción de la salida del estómago.
La gastritis atrófica no se cura. En general, los que padecen este trastorno deben recibir inyecciones de suplementos de vitamina B12.
La enfermedad de Ménétrier se puede curar retirando parte o la totalidad del estómago, pero el tratamiento farmacológico no es eficaz.
La gastritis de células plasmáticas se puede tratar con fármacos antiulcerosos que bloquean la secreción ácida del estómago.
Úlcera péptica
Una úlcera péptica es una herida bien definida, circular u oval, causada porque el revestimiento del estómago o del duodeno ha sido lesionado o erosionado por los ácidos gástricos o los jugos duodenales. Cuando la úlcera es poco profunda recibe el nombre de erosión.
La pepsina es una enzima que trabaja junto con el ácido clorhídrico producido por la mucosa gástrica para digerir los alimentos, especialmente las proteínas. La úlcera péptica se desarrolla en el revestimiento del tracto gastrointestinal expuesto al ácido y a las enzimas digestivas (principalmente del estómago y del duodeno). Los nombres de las úlceras identifican su localización anatómica o las circunstancias en que se desarrollan.
La úlcera duodenal, el tipo más común de úlcera péptica, se produce en el duodeno (los primeros centímetros de intestino delgado justo a continuación del estómago). Las úlceras gástricas, que son las menos frecuentes, generalmente se sitúan en la parte alta de la curvatura del estómago. Si se extirpa quirúrgicamente parte del estómago, se pueden desarrollar úlceras marginales en el lugar en que el estómago remanente ha vuelto a conectarse al intestino. La repetida regurgitación de ácido procedente del estómago hacia la parte baja del esófago puede causar inflamación (esofagitis) y úlceras esofágicas. Las úlceras que aparecen como consecuencia del estrés derivado de una enfermedad grave, quemaduras o traumatismos se denominan úlceras de estrés.
Causas
Una úlcera se desarrolla cuando se alteran los mecanismos de defensa que protegen del jugo gástrico al estómago o al duodeno (por ejemplo, cuando cambia la producción de la cantidad de moco). No se conocen las causas de tales alteraciones.
Prácticamente todas las personas producen ácido en el estómago, pero sólo del 1 al 10 por ciento desarrolla úlceras. Distintas personas generan diferentes cantidades de ácido en el estómago; el patrón de secreción de ácido del mismo en cada persona tiende a persistir durante toda la vida. De hecho, los lactantes pueden ser identificados como secretores de tipo bajo, intermedio o alto. Los secretores de tipo alto tienen mayor tendencia a desarrollar úlceras pépticas que los secretores de tipo bajo. Sin embargo, las personas con una abundante secreción, por lo general, nunca desarrollan úlceras y otras con secreción baja sí lo hacen. Obviamente, están implicados otros factores además de la secreción ácida.
Muchas personas con úlcera duodenal tienen, además, bacterias del tipo Helicobacter pylori en el estómago. En la actualidad, estas bacterias están consideradas como la causa principal de la úlcera péptica. El mecanismo por el cual estas bacterias contribuyen a la formación de las úlceras se desconoce. Tal vez interfieran en las defensas normales contra el ácido gástrico, o quizás produzcan toxinas que contribuyen al desarrollo de las úlceras. Las úlceras duodenales casi nunca son cancerosas.
Las úlceras gástricas se diferencian de las duodenales en que tienden a desarrollarse más tarde. Ciertos fármacos (particularmente la aspirina, el ibuprofeno y otros antiinflamatorios no esteroideos) provocan erosiones y úlceras en el estómago, especialmente en las personas de edad avanzada. Dichas erosiones y úlceras tienden a curarse cuando se interrumpe el tratamiento con fármacos. La recurrencia es poco probable, a menos de que se reinicie el mismo tratamiento. Algunas úlceras gástricas cancerosas (malignas) también pueden dar la impresión de que se curan, lo que hace difícil diferenciarlas de las no cancerosas (benignas), como las provocadas por fármacos.
Síntomas
La úlcera típica tiende a curarse y a recurrir. Los síntomas pueden variar según la localización y la edad del individuo. Los niños y las personas de edad avanzada pueden no presentar los síntomas habituales o incluso ningún tipo de síntoma. En estas circunstancias, las úlceras se descubren sólo cuando se desarrollan complicaciones.
Solamente alrededor de la mitad de los afectados con úlceras duodenales presentan síntomas típicos: dolor, quemazón, corrosión, sensación de vacío y hambre. El dolor tiende a aparecer cuando el estómago se encuentra vacío. La úlcera generalmente no duele al despertarse, sino que el dolor se desarrolla hacia media mañana. El dolor es constante, de intensidad leve o moderada y se localiza en un área definida, casi siempre justo debajo del esternón. La ingesta de leche, alimentos o antiácidos generalmente lo alivia, pero suele volver 2 o 3 horas después. Es frecuente el dolor que despierta a la persona a la una o a las dos de la madrugada. Con frecuencia aparece una o más veces al día a lo largo de un período de una a varias semanas y luego puede desaparecer sin tratamiento. Sin embargo, generalmente vuelve, a menudo dentro de los dos primeros años, y en ocasiones después de varios años de no sufrir molestias. Es habitual que las personas desarrollan patrones de dolor muy fijos y a menudo, por experiencia, saben cuándo es probable la reaparición de la úlcera (con frecuencia en la primavera y el otoño, y durante períodos de estrés).
Los síntomas de las úlceras gástricas a menudo no siguen los mismos patrones que las úlceras duodenales, puesto que el comer puede desencadenar o aumentar el dolor más que aliviarlo. Las úlceras gástricas son más propensas a provocar hinchazón de la porción del estómago que se abre al duodeno, lo que puede impedir que la comida salga del estómago adecuadamente. Esto puede causar distensión del abdomen, náuseas o vómitos tras las comidas.
En la esofagitis o en las úlceras esofágicas, el afectado generalmente siente dolor al tragar o al acostarse.
Cuando aparecen complicaciones de las úlceras pépticas, como la hemorragia o la perforación, los síntomas se agravan.
Diagnóstico
El médico sospecha la presencia de una úlcera cuando la persona presenta un dolor de tipo característico en el estómago. Puede ser necesario realizar pruebas para confirmar el diagnóstico, dado que el cáncer gástrico puede producir síntomas similares. De igual modo, cuando las úlceras son resistentes al tratamiento, particularmente si hay varias o si las úlceras se localizan en zonas poco habituales, el médico puede sospechar otros procesos subyacentes que llevan a un exceso de producción de ácido gástrico por parte del estómago.
Para ayudar al diagnóstico de las úlceras e identificar su origen, el médico puede hacer uso de un endoscopio, radiografías con papilla de bario, analizar el jugo gástrico y efectuar pruebas de sangre.
La endoscopia es un procedimiento ambulatorio en que se introduce a través de la boca un tubo flexible de visualización (endoscopio) que permite observar directamente el interior del estómago. Dado que las úlceras generalmente se pueden detectar con el endoscopio, muchos médicos utilizan este método como primer procedimiento diagnóstico. El endoscopio es más fiable que la radiografía para detectar las úlceras en el duodeno y en la pared posterior del estómago; la endoscopia es también más fiable cuando la persona ha sido sometida a cirugía del estómago.
Sin embargo, incluso un endoscopista muy experimentado puede pasar por alto del 5 al 10 por ciento de las úlceras duodenales y gástricas.
Con un endoscopio, se puede realizar una biopsia (obtener una muestra de tejido para su examen al microscopio) para determinar si una úlcera gástrica es cancerosa. El endoscopio también puede utilizarse para detener la hemorragia de una úlcera.
La radiografía con papilla de bario del estómago y duodeno es de utilidad cuando no se detecta una úlcera con la endoscopia. Sin embargo, la radiografía puede pasar por alto más del 20 por ciento de las úlceras pépticas.
El análisis gástrico es un procedimiento en el que se extrae líquido directamente del estómago y duodeno con el fin de determinar la cantidad de ácido. Este procedimiento se realiza sólo si las úlceras son graves o recurrentes o si una intervención quirúrgica ha sido programada.
Los análisis de sangre no pueden detectar la presencia de una úlcera, pero el recuento de glóbulos rojos sirve para saber si existe anemia debida a una úlcera sangrante. Otros análisis de sangre pueden detectar la presencia de Helicobacter pylori.
Tratamiento
Uno de los aspectos del tratamiento de las úlceras duodenales o gástricas es el de neutralizar o disminuir la acidez. Este proceso se inicia con la eliminación de posibles irritantes del estómago, como los fármacos antiinflamatorios no esteroideos, el alcohol y la nicotina. Aunque la dieta blanda puede ocupar un lugar en el tratamiento de la úlcera, no existen evidencias definitivas que apoyen la opinión de que tales dietas aceleren la curación o eviten las recidivas. Sin embargo, se deberían evitar las comidas que pueden empeorar el dolor y la distensión.
Antiácidos
Los antiácidos alivian los síntomas, promueven la curación y disminuyen el número de recidivas de las úlceras. La mayoría de los antiácidos puede adquirirse sin receta médica.
La capacidad de los antiácidos para neutralizar el ácido del estómago varía según la cantidad que se haya tomado, según la persona y el momento en que se hayan tomado. La persona elige el tipo de antiácido en función de su sabor, su efecto sobre las deposiciones, su costo y su eficacia. Estos medicamentos están disponibles en forma de comprimidos o líquidos. Los primeros pueden ser más cómodos, pero no son tan eficaces como la presentación liquida.
Los antiácidos absorbibles neutralizan rápida y completamente el ácido del estómago. El bicarbonato de sodio y el carbonato de calcio, los antiácidos más potentes, pueden tomarse de vez en cuando para conseguir un alivio a corto plazo. Dado que son absorbidos por el flujo sanguíneo, su uso continuado puede alterar el equilibrio acidobásico de la sangre, produciendo alcalosis (el síndrome de leche-alcalinos). Por lo tanto, debe limitarse a pocos días el uso de estos antiácidos en cantidades importantes. Los síntomas de la alcalosis consisten en náuseas, dolor de cabeza y debilidad, aunque estos mismos síntomas pueden ser también causados por otros trastornos.
Los antiácidos no absorbibles suelen aconsejarse con preferencia porque tienen menos efectos colaterales; en particular, es improbable que causen alcalosis. Estos antiácidos se combinan con el ácido del estómago para formar compuestos que permanecen en él, reduciendo la actividad de los jugos digestivos y aliviando los síntomas ulcerosos sin causar alcalosis. Sin embargo, estos antiácidos pueden interferir con la absorción de otros fármacos (como las tetraciclinas, la digoxina y el hierro).
El hidróxido de aluminio es un antiácido de uso frecuente y relativamente seguro. Sin embargo, el aluminio se puede unir con el fosfato en el tracto gastrointestinal, reduciendo los valores de fosfato en sangre y provocando pérdida de apetito y debilidad. El riesgo de estos efectos secundarios es mayor en alcohólicos y en personas con una enfermedad renal, incluyendo las personas en tratamiento de hemodiálisis. El hidróxido de aluminio también puede causar estreñimiento.
El hidróxido de magnesio es más eficaz que el hidróxido de aluminio. El ritmo de las deposiciones generalmente no se verá afectado si se toman sólo 4 dosis de 1 o 2 cucharadas soperas al día; más de 4 dosis pueden causar diarrea. Teniendo en cuenta que pequeñas cantidades de magnesio se absorben y pasan a la sangre, este fármaco debe ser tomado en pequeñas dosis por las personas con alguna lesión renal. Muchos antiácidos contienen hidróxido de magnesio e hidróxido de aluminio a la vez.
Fármacos antiulcerosos
Las úlceras se tratan generalmente durante 6 sema-nas, como mínimo, con fármacos que reducen el medio ácido del estómago y del duodeno. Cualquiera de los fármacos antiulcerosos puede neutralizar o reducir el ácido del estómago y aliviar los síntomas, generalmente en pocos días. Habitualmente, si éstos no se alivian por completo o si reaparecen cuando se suprime el fármaco, se realizan otras pruebas complementarias.
El sucralfato puede actuar formando una capa protectora en la base de la úlcera para favorecer la curación. Funciona bien en úlceras pépticas y es una alternativa razonable a los antiácidos. El sucralfato se toma tres o cuatro veces al día y no se absorbe en el flujo sanguíneo, y por ello tiene pocos efectos colaterales. Sin embargo, puede provocar estreñimiento.
Los antagonistas H2 (cimetidina, ranitidina, famotidina y nizatidina) favorecen la curación de las úlceras reduciendo el ácido y las enzimas digestivas en el estómago y el duodeno. Estos fármacos son altamente eficaces y se toman sólo una o dos veces al día. En general, presentan pocos efectos secundarios importantes y varios de ellos se pueden adquirir sin prescripción médica. Sin embargo, la cimetidina puede producir un aumento del tamaño de las mamas en los varones que desaparece al suspender la medicación. Con menos frecuencia, la cimetidina puede causar impotencia en varones que ingieren altas dosis durante períodos prolongados. En menos del uno por ciento de las personas tratadas con cimetidina se han comunicado cambios en el estado mental (sobre todo en las personas de edad avanzada), diarrea, erupción cutánea, fiebre y dolores musculares. Si una persona que toma cimetidina sufre cualquiera de estos efectos secundarios, se puede solucionar el problema cambiando a otro antagonista H2. Dado que la cimetidina puede interferir con la eliminación de ciertos fármacos del organismo (como la teofilina para el asma, la warfarina para la coagulación y la fenitoína para la epilepsia), estas personas deben informar a sus médicos de que están tomando cimetidina.
El omeprazol y el lansoprazol son fármacos muy potentes que inhiben la producción de todas las enzimas necesarias para la producción ácida del estómago. Estos medicamentos pueden inhibir por completo la secreción ácida y tienen efectos de acción prolongada. Favorecen la curación de un gran porcentaje de personas en un período de tiempo más corto que los antagonistas H2. Son particularmente útiles en el tratamiento de la esofagitis, con o sin úlceras esofágicas, y en personas con otros trastornos que afecten la secreción ácida del estómago, como el síndrome de Zollinger-Ellison.
Los antibióticos se están utilizando cada vez más en los casos en que la bacteria Helicobacter pylori es la principal causa subyacente de las úlceras. El tratamiento consiste en uno o más antibióticos y un fármaco para reducir o neutralizar la acidez gástrica. Los utilizados con mayor frecuencia son las combinaciones de subsalicilato de bismuto (un fármaco similar al sucralfato), tetraciclinas y metronidazol. El omeprazol administrado con un antibiótico es también una combinación eficaz. Este tratamiento puede aliviar los síntomas ulcerosos incluso si las úlceras han resistido tratamientos anteriores o si éstas causan recidivas repetidas.
El misoprostol puede ser administrado para prevenir las úlceras gástricas causadas por fármacos antiinflamatorios no esteroideos. No existe acuerdo entre los médicos con relación a las circunstancias específicas en que el misoprostol debe utilizarse. Sin embargo, la mayoría está de acuerdo en que resulta beneficioso en algunas personas con artritis que están tomando dosis elevadas de fármacos antiinflamatorios no esteroideos. No obstante, el misoprostol no se usa en todos estos pacientes porque produce diarrea en cerca del 30 por ciento de ellos y porque tan sólo desarrollan úlcera péptica del 10 al 15 por ciento de las personas que toman fármacos antiinflamatorios no esteroideos para el tratamiento de la artritis.
Cirugía
Sólo en raras ocasiones es necesaria la cirugía para las úlceras, si se tiene en cuenta que el tratamiento médico es muy eficaz. La cirugía se reserva principalmente para tratar las complicaciones de una úlcera péptica, como una perforación, una obstrucción que no responde al tratamiento farmacológico o que recurre, ante dos o más episodios importantes de hemorragia; o cuando existe la sospecha de que la úlcera sea cancerosa, y ante recidivas frecuentes y graves de una úlcera péptica. Existen diversas técnicas quirúrgicas para el tratamiento de estos problemas. Sin embargo, las úlceras pueden recurrir tras la cirugía y cada procedimiento quirúrgico por sí mismo puede causar problemas como pérdida de peso, digestión lenta y anemia.

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